Poco a poco van llegando
los acuosos aguaceros
que me temo mi parcero
que se vienen y mojando.
Ayayay, es agradable
el sonido de las gotas
que se caen como notas
en un éxtasis deseable.
El problema, mi sargento,
que el exceso es peligroso,
delirante y licencioso
que nos clava cruel tormento.
Con la lluvia los cultivos
cobra vida y se solazan,
los ardores se amordazan
y nos hacen sentir vivos.
Con la lluvia la pradera
se retuerce de contenta
aunque luego la tormenta
amenace las laderas.
Sin embargo no reclamo
y bendigo la esperanza
de la lluvia y su pujanza
en los piélagos paisanos.
Todo es bueno y moderado
sin salirse de la norma
si la lluvia es la reforma
de los suelos agostados.
Con la lluvia nos mojamos
los vecinos, los cuñados,
los abuelos, entenados
y con gusto nos “secamos”.
Con la lluvia el infinito
reverdece cual cascada
que se lanza desbocada
bajo soles de granito.
Con el agua y sus vertientes
es fecunda la existencia
de la prole y sus vivencias
son manzana muy sonriente.