Un Estado enclenque nos llevó al desastre de hace 80 años

El Perú nos invadió en un momento en el cual el Estado ecuatoriano estaba indefenso, todo lo contrario de obeso, desmantelado, con una pobreza que daba lástima al concierto internacional. El Perú puso 10.000 hombres bien armados, con aviación, en tanto el Ecuador tenía 3.000 soldados mal armados y sin municiones. Perú se aprovechó de las circunstancias y nos impuso más allá de lo que eran sus ambiciones anteriores.

Los pobres no tienen amigos. No tuvimos un solo amigo. El Perú pudo hacer todo lo que quiso. Y después de la invasión de 1941, el 29 de enero de 1942, en Río de Janeiro, nos obligaron a firmar el Protocolo, bajo la amenaza de que, si no se lo firmaba en ese día, el Perú avanzaría a Guayaquil.

Esa es la historia, que los textos no han querido pintar en su intensidad ni establecer las causas. Y es necesario que la recordemos porque la derecha ahora quiere llevarnos a una situación similar. En el camino hacia el Estado raquítico que proponen Lasso y sus representados, mediante las medidas económicas aplicadas por Moreno, ya nos tocó sufrir las espantosas consecuencias de la pandemia, con hospitales sin personal suficiente, sin medicinas, sin las camas necesarias en las UCI.

El Ecuador vivió el siglo XIX de la producción y exportación de cacao, hasta 1920, cuando se presentó la crisis, por la caída de los precios, agravaba por la plaga la escoba de la bruja, que arruinó las plantaciones. El Estado se quedó sin ingresos adecuados para hacer frente a las necesidades de esos momentos, lo que entre otras calamidades nos llevó a perder gran parte de nuestro territorio.

Desde 1948 hasta 1960 tuvimos un alivio por la exportación de banano, luego otra vez la crisis, la escasez, la pobreza, la inestabilidad política. El petróleo llegó en 1972 para salvarnos. ¿Qué hubiera sido del país sin la explotación petrolera? Estaríamos igual que Haití.
Profundicemos en el conocimiento y análisis de estos dolorosos y trágicos hechos históricos que nos demuestran que es estúpido y extremadamente irresponsable proponer el achicamiento del Estado y hacer una oposición ciega a la minería.