Deben haber pasado unos siete años cuando conocí a doña Yolanda Ruiz, un venturoso día en el que coincidimos en el Archivo Histórico de Loja (AHL), ubicado en el Centro de Convenciones San Juan de Dios del Municipio de Loja.
Y desde entonces, con similares inquietudes por los hechos del pasado, hicimos buenas migas y los estrechamos con otras personas con iguales preocupaciones, como Don Hugo Martínez, Rina Guamán, Paul Ramírez, Franklin Sánchez, Olivia Armijos, César Correa… y jóvenes como Pamela González, Ronald Romero, Cristian Cuenca, Eliana Armijos, Evelyn Pambi y otros funcionarios del AHL, con quienes conformamos el grupo de voluntariado Guardianes de la Memoria, para apoyar la gestión del archivo. Huelga decir que Yolanda Ruiz, aún antes de ser nombrada como presidenta del grupo, fue una de las principales animadoras del mismo: organizó amenas reuniones familiares por Navidad y el Día de la Madre, gestionó la aprobación de los Estatutos institucionales, apoyó el contenido de los libros publicados por el AHL y el Municipio de Loja: Cortezas de Esperanza (2016) y Memorias de la Luz (2019). En este último, con un importante ensayo, donde resalta la desconocida historia de “Los tres niños héroes de Loja”, Juan Bayasta Cuenca de Cariamanga y Apolinario Sarango y Mateo Mora de Sozoranga, como transportadores en sus generosos e inocentes cuerpos infantiles de la vacuna contra la feroz viruela, desde Loja a Lima, en esa época (1802-1806) donde la inoculación en la sangre de infantes (que al final terminaba con sus vidas), era la única forma sui géneris de transportar la vacuna de Europa a América, y por América.
En otro aspecto, recuerdo que la primera expedición que realizamos como grupo, tomada como trabajo de campo para documentar el Libro Cortezas de Esperanza, fue al cerro Uritusinga, asiento de una de las más calificadas variedades de la portentosa corteza de Loja, la quina o cascarilla, que salvó millones de vidas humanas del paludismo: el objetivo era reconocer 10 árboles de cascarilla entre los pocos sobrevivientes desde la masiva recolección y destrucción en los siglos XVIII y XIX. Ese día, doña Yolanda enterró en una botella de cristal debajo de un árbol de cascarilla, el Acta con promesa de Fe del grupo, también de su autoría, por revivir a esos maravillosos bosques de quina que dieron tanta fama a Loja.
El 18 de noviembre pasado, Yolanda hizo conocer un importante complemento al artículo “Las Campanas de la Libertad” de don Raúl Ruiz Bermeo, su padre, publicado en 1977 y reeditado en la Revista Gaceta Nro 3, donde, como producto de una personal investigación, da fe que las campanas que tañeron la memorable noche del 18 de noviembre de 1820 desde la iglesia de San Sebastián, siguen custodiadas por las Hermanas franciscanas de María Auxiliadora, en el Convento de San Pedro de Bellavista de esta ciudad.
Yolanda Ruiz fue una voluntaria por antonomasia y, como tal, un gran gran ser humano. Trabajó en varias instituciones haciendo obra social y por el conocimiento de nuestra desconocida u olvidada historia. Sus amigos y compañeros la recordaremos con alegría y trataremos de seguir su ejemplo. Descansa en Paz.