Los efectos del karma

Benjamín Pinza Suárez

“La traición supone un acto de cobardía y una depravación detestable” (Barón de Holbach).

Uno de los más relevantes  episodios bíblico que ha conmovido a la humanidad entera, es la traición, cuyo hecho, en la historia de la humanidad, ha generado una serie de sentencias morales, apotegmas y proverbios que han sacudido consciencias y reflexiones. Una de esas sentencias morales que ha perdurado en el tiempo es aquella que dice: “El que a hierro mata a hierro muere”, dando a entender que cada quien recibe el trato que merece de acuerdo a su actuación. La sabiduría popular lo interpreta como el principio de reciprocidad o de causa y efecto que se lo conoce como Karma que determina que todo mal que se hace contra una persona, recae con más fuerza sobre esa misma persona. Es parecido a las filosofías orientales que consideran que las personas construyen su futuro en función de los actos que cometen en su vida.

El acto ignominioso de Judas para traicionar a Jesús, es uno de los momentos más oscuros y escalofriantes de la humanidad ocasionado por aquel hombre que estuvo junto a Jesús durante su ministerio y que, de un momento a otro,  se convirtió en un satanás embebido por la codicia. Sentir el beso punzante del traidor en la mejilla, es un acto detestable y miserable. No hay peor dolor que el dolor de una traición, más aún cuando se ha confiado en aquella persona que subrepticiamente ha estado planeando a sus espaldas la destrucción o la muerte de su supuesto amigo. A no dudarlo, el impacto emocional del traicionado es devastador, pero las consecuencias del que traiciona son más  crueles porque jamás tendrá almohada blanca para su negra consciencia. 

Por lo regular un mentiroso se esconde tras la traición y el engaño; pues, la traición es el arma de las personas sin principios que obran despiadadamente, sin advertir que, tarde o temprano, arruinará su propia vida.  Se ha dicho con mucha razón que “Todo el mal que puede existir en el mundo se esconde en un nido de traidores”. Los traidores siempre terminan en el ocaso del mal. Por eso es que, a los traidores no hay que perseguirlos, ellos se ahorcan solos. Hay un alto precio que pagar cuando se vende la consciencia, los principios y las promesas que se le hace a todo un pueblo, más aún cuando han sido capaces de superar la ley del más fuerte o la ley del más listo, para imponer la ley del más despiadado en plena pandemia.  Traicionar los sueños de un pueblo  es uno de los actos más ruines que se puede cometer. Pero la traición es hermana gemela del cinismo, porque el cinismo es una traición intelectual. Una persona inteligente y honesta nunca traiciona porque sabe buscar y emplear los más apropiados y oportunos mecanismos para salir avante de cualquier situación apremiante. La vida nos da lecciones permanentes para aprender a ser sinceros con el amigo fiel y, desconfiados e indiferentes con el desleal y traidor, porque es preferible vivir cien años solo que vivir un día con un traidor.