Encuentro, sí… pero con solidaridad y equidad

El presidente Lasso  proclamó que su gobierno sería un gobierno del encuentro, sin odios ni persecuciones, enfocado en resolver los problemas más acuciantes del país (salud, reactivación productiva, altos índices de desempleo y miseria…), haciendo énfasis en los estratos sociales más necesitados. Encuentro hacia la unidad nacional y una adecuada gobernabilidad, que posibilite, el cumplimiento de sus ofertas de campaña y Plan de Gobierno.  Sin duda alguna, una propuesta sensata, que, como hemos dicho en otras ocasiones, si es sincera – esto se verá en los próximos días y meses – y, sobre todo, bien concebida, nos permitirá respirar, al fin, con mayor confianza.

Pero a nivel nacional, y a lo largo de la historia, en el Ecuador y me atrevo a decir en América Latina y en todo el mundo, los gobiernos  u organizaciones que han convocado encuentros y concertaciones, hasta con aparentemente, loables fines, utilizando los consabidos mecanismos de “conversaciones, diálogos, socializaciones” y otros, siempre han oído la opinión de consumados especialistas, académicos, representantes de partidos políticos y gremios diversos y, en el mejor de los casos, hasta  de representantes de organizaciones sociales organizadas. Pero siempre han omitido, como regla general y en un acto de extrema injusticia, a aquellos enormes grupos de personas que no tienen voz a pesar de ser, precisamente, los que necesitan más solidaridad y ayuda. Porque este enorme estrato social mundial, que en algunos países representa más de la mitad de la población nacional, constituye el estrato humano más discriminado del mundo actual, por el único “gran pecado” de ser pobre, y como tal, desamparado y humillado, y sin fuerzas para indignarse ni protestar, peor para organizarse.

Dadas las circunstancias de esta funesta pandemia global, en Ecuador, el estrato pobre ha crecido en los dos últimos años: representa, según estadísticas oficiales, el 32,4% de la población, del cual la mitad o el 14,9% de la muestra total, en situación de pobreza extrema. En cifras absolutas: unos seis millones son pobres y unos 2, 5 millones extremadamente pobres, y estos últimos sobrevive con un promedio de 87 dólares mensuales y jamás ha sido escuchado, mientras el denominado pobre, a veces escuchado pero nunca atendido. Esto, en el fondo, representa el gran drama humano de todos los tiempos, agravado en ésta época de grandes avances tecnológicos y científicos, curiosamente de enorme inequidad.

 Si nuestro presidente aspira, como la mayoría de ecuatorianos, hacer un buen gobierno, debe escuchar y atender las demandas del tercio de compatriotas pobres que nunca ha sido tomado en cuenta. La ministra Mae Moreno puede ser la persona indicada para cumplir honorablemente este propósito.  Y, de otro lado, si  pretende disminuir los altos índices de inequidad nacional, solicitar al estrato más rico del país (según la asambleísta Vilma Andrade, 500 familias detentan el 50% de la riqueza nacional), que colabore para este loable fin, pero sin paternalismos. Su ascendiente socio económico con este grupo de gente muy rica, es posible que no tenga oídos sordos y contribuya para que tanto los más pobres como los más ricos disfruten de mejores momentos en estos tiempos de pandemia y crisis social y moral.