En todos los proyectos progresistas exitosos de América Latina son elementos de la pequeña burguesía los que tienen la iniciativa, los que organizan y dirigen los movimientos políticos de avanzada, los que producen las modificaciones legales y administrativas con las cuales el Estado traslada recursos económicos y poder a los trabajadores, en consecuencia el imperialismo siente la necesidad de liquidar a la pequeña burguesía para garantizar la prolongación de su dominio y el saqueo a los países de incipiente industrialización por el tiempo más largo posible..
Claro que los líderes progresistas no están solos, pues los proletarios y los demás sectores de la población pobre son los que aportan con su participación los votos para los triunfos electorales y las gigantescas manifestaciones públicas, como la de un millón de mujeres que se realizó en Chile en 2019. Pero el proletariado no se atreve aún a constituir su propia organización política y prefiere sumarse bajo la conducción de personajes de otra clase social.
Pauperizar a la pequeña burguesía es cuestión de vida o muerte para el imperialismo y las burguesías de cada uno de nuestros países. Y ya están aplicando intensamente las políticas para conseguirlo. Día y noche sus equipos de economistas, abogados, publicistas, políticos, sociólogos, religiosos, están ejecutando miles de actividades con las que están debilitando a las personas de la pequeña burguesía, a la que pretenden reducirla a una mínima expresión, hasta dejarla sin capacidad de reacción.
Directamente contra la pequeña burguesía van las privatizaciones, la reducción del tamaño del Estado, el desmantelamiento de los servicios públicos de educación, salud y otras ramas, el aniquilamiento de la seguridad social, los despidos masivos, el incremento de los precios de los artículos de primera necesidad, la reducción de las remuneraciones, la precarización de los contratos de trabajo, el lawfare, las fake news, la implacable persecución a los militantes izquierdistas, la abolición de las políticas sociales, el fomento del odio a las minorías, las violaciones al debido proceso, el estricto control de la prensa…
Todas esas políticas las viene practicando apresuradamente el gobierno de Lasso, con el beneplácito de sus inconscientes víctimas, que ya se hicieron antes el hara kiri con el 7 veces sí y ahora marchan felices al matadero, satisfechas porque «la culpa es de Correa».