Se levantó el oscuro telón de la escena sin fin de la corrupción, esta vez ofrecen un show de supuesta transparencia en el pleno de la Asamblea Nacional. Se trata de la votación para separar a la legisladora que ocupaba el cargo de segunda vicepresidenta, se dio por unanimidad, con 131 votos a favor de la destitución.
La única abstención en la votación fue la de la asambleísta implicada. La destitución se dio después de un proceso de fiscalización seguido en el Comité de Ética que determinó que Jiménez incurrió en una de las prohibiciones legales y constitucionales para los legisladores. De forma puntual Jiménez fue señalada por percibir dietas u otros ingresos de fondos públicos que no corresponden a la función de asambleísta.
Al parecer la fórmula de la asambleísta Rosa Cerda, no dio resultado. El asunto de recomendar que “roben bien”, en lugar de colocarlos en el recaudo de la impunidad los pone al descubierto.
Las malas prácticas en la gestión pública empañan al poder legislativo. En este contexto la fórmula de “yo no fui” o “estoy pagando por lo que hicieron otros” simplemente no da resultado porque la infinita historia de los sucesos de corrupción tienen graves consecuencias, la principal es la “pérdida de credibilidad”.
La mancha de la corrupción enquistada en el poder legislativo rompe cualquier posibilidad de tener un espacio de eficiencia en el ejercicio del poder.
La falta de ética es un hecho que al difundirse en los medios de comunicación solo sirve para llegar con el mensaje a los consumidores de la información que “se alejen de cualquier esperanza que hayan forjado de lograr eficiencia o transparencia en el ejercicio político”.
Las tibias acciones para sancionar a quienes utilizan el poder para beneficio propio reflejan que la impunidad es la carta de presentación de la clase política.
Las prácticas deshonestas recorren las entrañas del Ecuador. Un día cierto polémico personaje prometió que destruirá la corrupción de los legisladores, entonces decidió que dejarán de llamarse diputados para transformarlos en asambleístas.
El asunto era chistoso, es como decir que el atracador cambiará de actitud solo porque se presenta con nuevo disfraz.
Es evidente el cambio de membrete jamás implica desechar la corrupción, solo cerramos el telón para abrir otro show de terror.
En la Asamblea Nacional, antes llamado Congreso Nacional salió la bella pero continúa campante la bestia, aquella que seguirá con su ataque a la transparencia.
La bestia del abuso de poder permanece en el legislativo. El conflicto de intereses impide la aplicación oportuna y ejemplar de la justicia.
Porque con las acciones de protección y otros recursos los culpables se convierten en inocentes con derecho a indemnización y toda clase de prebendas.