Desconfianza ciudadana

¡Y ahora! ¿En dónde y sobre qué vínculo, hemos de apoyar la esperanza? Lo digo así, pues, en Ecuador existen graves problemas de credibilidad y un contexto político cerrado.

Traducir la desconfianza ciudadana, es ahora, una misión para todos. Los ecuatorianos hastiados de la corrupción, somos una población desplumada y por esa razón desconfiada.

Incrementar la credibilidad en las instituciones de la política es urgente, pero, más aún, es hacerlo en las instituciones del Estado. Es urgente este reclamo de representación, que no es la reivindicación del voto democrático, sino la reivindicación de los actores y su capacidad para ser representativos para la defensa de ciertos temas públicos, como causas sociales y la habilidad para hacer exitosa esa gestión.

En el plano de las destrucciones y las construcciones, la reputación de los dirigentes de las organizaciones sociales, no depende exclusivamente de sus atributos individuales, sino de su capacidad para ser representativos. La desconfianza es un patrimonio que ahora el ciudadano defiende y mantiene abrigado bajo su brazo (izquierdo o derecho), por lo tanto, lo que se entiende por “ciudadano”, es una categoría opuesta al político electo o al burócrata tradicional.

Deconstructivamente, la desconfianza ciudadana, otorga al ciudadano común y corriente un nivel que está por encima de cualquier autoridad electa por voto popular, tal es este fenómeno, que alcaldes, prefectos, asambleístas, concejales, jueces, fiscales, contralores y muchas otras posiciones del servicio público, han sido investigadas y llevadas a juicio, por actos que dejaron dudas y que fomentaron la desconfianza ciudadana.

¿Es este el estandarte de un sentimiento solitario? No, es la demanda justa y colectiva, que bien puede convertirse en una práctica intensa para construir una nueva reputación en la institucionalidad.

¿Qué quiero decir con esto? El reclamo ciudadano es imperante, solo, si hay quién reclame, existe regulación en las tareas del Estado, sino fuera así, no se habría destituido a cuántos legisladores por dedicarse a gestionar puestos públicos para amigos y clientes.

Pero ¿a quién le gusta ser observado? Hay poca voluntad para tolerar este tipo de control ciudadano. Es por esto, que el enfrentamiento es inevitable, las calles inmemoriales muestran el camino que el reclamo ciudadano tendrá que seguir, pues, solamente con la iniciativa de las organizaciones de la sociedad civil, los medios de comunicación, se logra ejercer una participación genuina, el ejercicio de deliberación de ideas, confrontación objetiva y correcta actuación, relativiza la desconfianza, aumenta los niveles confiables de autoridad y disminuye la corrupción.