Por la labor que realizo habitualmente en la radio, he tenido contacto muy seguido con profesionales de la psicología, quienes se han mostrado profundamente preocupados ante la falta de atención a la salud mental de nuestra población. La crisis sanitaria a nivel mundial desencadenada por la pandemia del COVID-19, ha dejado al descubierto las falencias que tienen los sistemas de salud de cada país en el plano de la salud mental. En el caso del Ecuador, las cifras llaman poderosamente la atención.
Los enemigos invisibles que no permiten una salud mental buena y estable, fueron y son, durante los inicios de esta emergencia sanitaria que aún nos mantiene en vilo, pese a las vacunas que vinieron a menguar un poco el panorama aterrador que teníamos a principios del año pasado, esos enemigos fueron, el miedo frente a lo desconocido, no solo para nosotros simples mortales, sino incluso para la ciencia universal, luego vino el dolor, ante la muerte de seres queridos e importantes, después la amenaza latente de nuestro propio deceso, las despedidas totalmente inusuales de amigos y familiares a los que se veía abandonar la casa en la que moraron toda su vida, en silencio y de lejos.
Tos factores y circunstancias, mencionados en el párrafo anterior son apenas una sinopsis del drama vivido del que todavía no hemos salido completamente. Si a ello le sumamos una cuarentena y por ende, una convivencia obligada de 24 horas, 7 días a la semana con el entorno cercano de cada uno, los resultados, no fueron tan halagadores en una gran mayoría de casos, pues afloraron, o se descubrieron muchas diferencias con personas con las creíamos tener empatía a toda prueba. Esto conspiró a una desestabilidad emocional muy notable entre la gente. Originando un abrumador incremento de suicidios, femicidios, divorcios, disputas familiares. Lo que a su vez generó ansiedad, depresión, baja autoestima, si a toda esta impactante receta, le agregamos el desempleo, la falta de oportunidades, la inseguridad reinante, la pobreza que propicia la salida de muchos compatriotas a otros lares, en busca de un mejor nivel de vida para los suyos. Las conclusiones no llaman a engaños, en todas las causas señaladas y en otras que seguramente pasamos por alto, radica la mala salud mental de nuestra población.
Las soluciones, no se ven muy cerca, los motivos, son muy fáciles de colegir. La poca importancia que se le da a la salud mental de los ciudadanos, sin comprender, que inestabilidad emocional de las personas, repercute en su funcionalidad afectiva y productiva, ocasionando serios perjuicios, en su familia, como en la sociedad en la que se desenvuelve el individuo
Los estados, incluyendo el nuestro, han descuidado de manera visible, la salud mental y emocional de sus habitantes. Tengo referencias de que en varios centros de salud tanto públicos, como privados se da una atención precaria y al apuro a pacientes afectados por alguna dolencia psíquica y que se acude de inmediato a prescribir fármacos, muy fuertes, además se atiende de forma generalizada y no personalizada, en el afán de salir pronto de la gran cantidad de pacientes en la sala de espera.
Fs. Urgente que se tome como prioridad la estabilidad mental y emocional de las personas, se debe incrementar la infraestructura destinada a este tipo de padecimientos, también el número de especialistas en esta área tan sensible de la salud. Optimizar la atención a la salud mental del pueblo debe ser una de las metas primordiales de todo gobierno sensato