Alternativa universitaria

Paúl Maldonado

Actualmente el país atraviesa por un estado de transformación política, social y económica, en el que grandes decisiones se están procurando tomar en consenso y hay una gestión declarativa de mejores perspectivas para el rubro social por parte del gobierno.  Se reconoce que la educación en general está desatendida y existe interés por desarrollar programas y realizar reformas que mejoren su situación, sin embargo, las políticas del Estado se orientan hacia los niveles básicos y técnicos, dejando que la Educación Superior resuelva sus problemas por la vía de la autogestión. 

Todos reconocemos que la Universidad es un ente vivo de la sociedad, de un gran dinamismo y que responde y aporta al desarrollo económico, político y social de la región y del país. Por lo tanto, la Universidad debe ser un espacio abierto a la discusión y al debate ideológico, con suficiente capacidad propositiva y de resolución, que logre, en todo momento, primen los intereses sociales. La Universidad debe propiciar una construcción dinámica permanente, sobre bases objetivas reales, con validez científica y social. Al referirme a una construcción dinámica permanente, los roles de la Universidad y su misión histórica son cambiantes y obedecen a los procesos evolutivos de las sociedades.  Para cumplir su cometido conforme a su marco conceptual, la Universidad debe desarrollar proyectos alternativos que garanticen el acceso a la educación superior. Entendemos como proyectos alternativos universitarios aquellos propósitos educativos que buscan a través de un proceso de cambio, dar respuestas a necesidades que la sociedad demanda, y que deben ser, precisamente, nutridos por esa realidad. Desde la propia especificidad de la Universidad y del contexto de la región y país, aquella debe plantear sus proyectos alterativos a partir de su inserción en el seno de la sociedad. El proyecto debe extenderse hacia una educación participativa, socialmente productiva y liberadora, que forme hombres críticos, creativos, con dominio de la ciencia y de la técnica, con cimentación axiológica que desarrolle un alto nivel de conciencia solidaria y de servicio para sus semejantes. La educación participativa estimula la comunicación como esencial en el aprendizaje en el marco de una relación democrática que permita la autogestión en el educando como persona libre y responsable. La educación socialmente productiva se refiere precisamente al estudio-trabajo, teoría y práctica, oponiéndose al concepto mecanicista y funcionalista de la educación tradicional. Rivas afirma que «precisamente de la realidad y del trabajo debe desprender al estudiante el método científico y el concepto humanístico que necesita para realizarse como hombre total en la nueva sociedad».  La creatividad y la praxis caminan paralelas en esta relación El papel formativo y educador de un proceso como el que se propone es grande y de mucha trascendencia social, pues conjuga elementos que siempre han estado presentes en la vida del hombre, pero en divergencia en cuanto a sus objetivos.  Garáudi, menciona. «El desarrollo no es tan sólo un fenómeno económico, sino un aspecto de la creación continua del hombre en todas sus dimensiones, desde el crecimiento económico hasta la concepción del sentido a los valores de la vida». El trabajo debe ser un estímulo para la realización del hombre, en él se deben reflejar sus aspiraciones, y por esas mismas aspiraciones el trabajo debe transformarse por el hombre y no transformar al hombre como lo pretende el mecanicismo. La educación redentora se presenta en un proyecto alternativo como una meta a lograr, en la medida en que la transformación social se vaya dando. Es una aspiración de un mejor destino para nuestros pueblos a través de una educación igualitaria, con justicia, en y para la libertad, es decir, en democracia.