Política cansada

José Vicente Ordóñez

Los partidos políticos no están de moda, les pasa lo mismo que a la música disco o a las películas de artes marciales, quienes no los soportan, a través de todos los medios posibles hacen ostentación manifiesta de hostilidad hacia ellos, lo que incrementa su desgaste y desprestigio. Las causas del descrédito son diversas y la mayoría provienen de prácticas reprochables, como: corrupción, pérdida de credibilidad, desconexión con los problemas sociales, incoherencia entre lo que dicen y hacen, entre otras.

En su libro, “La sociedad del cansancio 2012”, Byung-Chul define este fenómeno como política cansada, lo que produce apatía, sobre todo en los más jóvenes, y desgasta, progresivamente, todo el sistema democrático. Los ciudadanos no saben qué creer ni qué esperar de la política, los políticos y los partidos. No hallan sentido en confiar en liderazgos y cúpulas que toman decisiones ajenas a una base de la cual se mantienen desconectados de manera permanente, por ende, un gran porcentaje de la población convierte a la política y a los partidos en la razón de todos sus males.

Silvio Waisbord decía que la política es el ejercicio retórico de constante redefinición de ideas en función de objetivos de poder, bajo esa premisa la política y los partidos de la actualidad necesitan una evolución estructural, que permita, en primera instancia, transparentar todas sus prácticas para superar ese halo de corrupción endémica que han generado, precisan mejorar sus formas de conexión con el ciudadano común, les urge recuperar su rol en el debate y deliberación pública y otros cambios para no acabar relegados socialmente.

De la mano de esas transformaciones esenciales, Toni Aira, en su libro “El último partido 2015”, presenta un kit de supervivencia para partidos cansados, cuya aplicación se basa en el sentido común y se resumen a continuación. En primer lugar, si los partidos quieren avanzar, primero deben detenerse, hacer introspección, mirarse en el espejo, identificar qué les está pasando; y, preguntarse si deben conti­nuar o renovarse totalmente.

En segundo lugar, los partidos y los políticos deben escuchar a la ciudadanía de forma activa para entender sus demandas, deben apostar por la transparencia en los procesos, en la financiación, en el mensaje, en la acción y aplicar métodos de trazabilidad en programas y ejecución para evaluar su cumplimiento. Deben ser ejemplares, con tolerancia cero a la corrupción, coadyuvar a dignificar la política, explicar la verdad por cruda que pueda ser, y así, en hechos y palabras, ser sinónimo de veracidad para generar confianza.

Finalmente, los partidos y la política en general deben estar abiertos a la incorporación de personas, colectivos o movimientos sociales, sumar nuevos integrantes, provenientes de núcleos no politizados y hacerles partícipes en la toma de decisiones, tomando en cuenta que el interés del público ansía liderazgos que inspiren y sean eficaces; es decir, no a la inercia o a más de lo mismo.