Antes de caminar es necesario creer

Diego Lara León

Uno de los mejores regalos que uno puede dar o recibir, es sin duda un libro. Hace unos días un querido amigo y colega me obsequió “Loja antigua en la memoria” un libro de relatos sobre “la pequeñita ciudad “de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, una obra que relata con genialidad propia de su autor, el gran jurisconsulto y hombre de letras, el Doctor Arturo Armijos Ayala.

En este libro editado en 1995 por la Universidad Nacional de Loja, el autor utiliza como herramienta literaria a personajes muy conocidos y otros casi olvidados de la historia lojana, para relatar como fue, como se construyó y cual él fue el sentir de la ciudad que nacía a la era contemporánea.

Un recordado profesor español, el Doctor Luis Gonzalo González, me dijo alguna vez: “no puedes visualizar el futuro, ni entender el presente, si antes no conoces el pasado”.

Uno de los relatos mas geniales que leí en “Loja Antigua en la Memoria” es acerca de como se logró instalar y poner en funcionamiento la primera planta de energía eléctrica del Ecuador en Loja.

Obviamente fueron muchos los acontecimientos y coincidencias que tuvieron que alinearse para que se produzca este salto cualitativo, hoy no podemos concebir ni la vida ni el desarrollo sin tener como motor a la electricidad.

De todo el relato, me quedo con dos hechos que podemos inferirlos a la vida actual.

Primero, la visión y la decisión de varios lojanos que creyeron en un proyecto “loco”, el cómo se asociaron y decidieron invertir recursos para conseguirlo.

Segundo, la confianza que depositaron en un raro y soñador francés, el Sr. Rhor, quien les contó que, “al otro lado del mundo”, existía una tecnología y una maquinaria que producía luz, utilizando como insumo el agua, no era otra cosa que lo que hoy llamamos, una central hidroeléctrica.

¿Se imaginan entregar dinero a un desconocido para que sin más garantía que su palabra, emprenda un largo viaje para traer, según su compromiso, una planta de luz a Loja?

Para no hacer largo él cuento, había pasado año y medio y no se sabía nada de aquel “ingeniero francés”, muchos de los inversionistas presionaron a Don José Miguel Burneo (principal inversionista), para que les devuelva el dinero que pusieron, porque ya era demasiado tiempo y al parecer todo fue una estafa.

Cuenta el Dr. Armijos que un día de aquellos, el Sr. Burneo recibe un mensaje del Sr. Rhor, quien le dice, luego de casi dos años de no tener noticias de él, “que le autorice contratar mulas en Zaruma” para llevar a Loja la planta de energía, que estaba ya en Guayaquil.

La vida de la ciudad luego de la energía eléctrica nunca más sería la misma. ¡Cuánto valió en ese tiempo y cuánto vale ahora honrar la palabra y cumplir los compromisos! Sin duda Loja le debe al Sr. Burneo y al francés Rhor, mucho por su alocado y visionario proyecto; y, a Don Arturo Armijos por contar, entre otros, este maravilloso relato.

                                                                                                      @dflara