Dominio propio

Fernando Oñate-Valdivieso

Algunas tribus africanas emplean un curioso sistema para atrapar a ciertos tipos de monos: Colocan en un árbol una bolsa de cuero llena de arroz, que al parecer es el alimento predilecto para esos animalitos. En la bolsa de cuero realizan un pequeño agujero que permite el ingreso muy justo de la mano de uno de los simios.  Cuando un mono introduce su mano en la bolsa, intenta recoger la mayor cantidad del preciado alimento y, en ese momento, el animalito queda atrapado ya que al tener su puño cerrado no puede sacar la mano. Lo interesante es que a pesar de forcejear o gritar, no se le ocurre soltar lo que tiene en la mano y así, de manera sencilla, liberarse.

Guardando las distancias, a muchos de nosotros nos puede suceder algo parecido. Por falta de dominio propio, quedamos atrapados por cosas que valen muy poco, y a pesar de las consecuencias, ni siquiera se nos ocurre soltarlas para liberarnos.

El dominio propio lleva a una persona a actuar de forma cautelosa y justa, con sobriedad, con moderación o continencia para evitar daños, dificultades e inconvenientes. El dominio propio permite al individuo controlar las pasiones, vicios, emociones e impulsos frente a las seducciones de los deseos, placeres o instintos.

“Como ciudad sin defensa y sin murallas es quien no sabe dominarse” (Proverbios 25) y es que la falta de dominio propio deja en estado de vulnerabilidad a quien carece de él. Una reacción impulsiva puede destruir una relación, una palabra dicha sin pensar puede destruir una vida, una decisión apresurada puede destruir una empresa prometedora. Por esto “todo hombre debe ser pronto para oír, tardo para hablar, lento para airarse” (Santiago 1).

El dominio propio es puesto a prueba por nuestra propia carnalidad y cuando llega la tentación la única salida es recurrir al Señor en busca de fortaleza ya que con Él “ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir”(1 Corintios 10). Sin el Señor en nuestras vidas, la situación es totalmente diferente.

La clave para llegar a desarrollar un férreo dominio propio está en las palabras de Pedro: “Esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 Pedro 1).