El baúl de los recuerdos: Heroínas lojanas

Efraín Borrero E.

Cada 20 de noviembre muchas niñas mexicanas se disfrazan de “adelitas”, como parte de la celebración de la revolución mexicana. Se visten con grandes faldas, sombreros de paja, rebozos, botas, cintillas y, algunas con simulación de carrilleras con balas. Lo hacen con sentimiento profundamente nacionalista forjado en la educación que reciben desde temprana edad.

Se llamaba “adelitas” a las mujeres que tuvieron participación dentro de los grupos revolucionarios de México en aquella época. Ejercían distintos tipos de ocupaciones que iban desde soldados hasta cocineras. Es decir, mujeres de armas tomar decididas a afrontar cualquier situación de riesgo. Los mexicanos decían que esas bravas mujeres eran fuertes como el tequila y picosas como los chiles.

El nombre devino deAdela Velarde Pérez quien, con su corta edad, fue la primera mujer que se incorporó a las filas de la lucha revolucionaria mexicana. Se atribuye a Pancho Villa haberla llamado “Adelita”. Su nombre sirvió de inspiración para el conocido corrido mexicano “Adelita”, ampliamente popularizado.

La historia de la humanidad está plagada de “Adelitas”, mujeres valerosas que dejándolo todo empuñaron las armas para luchar por sus ideales y convicciones libertarias y en contra de la opresión; heroínas que han llenado de gloria a sus pueblos. Cada una de esas historias son conmovedoras y ejemplares.

Loja también tiene las suyas, mujeres heroicas cuyos nombres evocamos con hondo sentimiento de admiración y reconocimiento, como el caso de Natividad Parrales, quien se presentó ante el Libertador Simón Bolívar, alojado en casa de los Borrero cuando visitó nuestra ciudad de Loja, y organizó una columna de voluntarios para acompañarlo en las futuras guerras por la independencia.

En esa visita, Simón Bolívar recibió del cura Miguel Ignacio de Valdivieso un hermoso caballo alazán canelo. Según la tradición, de esa fecha en adelante, a pesar que tenía una docena de caballos de primerísima clase que utilizaba en su viaje, nunca volvió a montar en ellos, sino solamente en ese caballo obsequiado, como conversó el distinguido y recordado Julio Eguiguren Burneo.

Natividad, con voz altiva pidió a Simón Bolívar conceda el honor de enrolar en las filas del Ejército patriota a su hijo Pedro Parrales, que aún no había cumplido la mayoría de edad, para servir a la sagrada causa de la libertad. El Libertador agradeció tan hermoso gesto de patriotismo, pero negó el pedido por tratarse de hijo único de madre viuda. Natividad insistió diciendo con aplomo: “Si su merced cree que el hijo no puede marchar a la guerra por el abandono a la madre, pues entonces la madre irá junto a él”. ¡Concedido! Respondió.

Simón Bolívar emocionadamente, estrechándolos con efusividad, como destaca la ilustre escritora, Teresita Mora de Valdivieso.

Desde ese momento, Natividad Parrales, a quien los soldados llamaban cariñosamente “Nati la lojana”, y su hijo Pedro, se unieron al ejército libertador.

“Antes de la gloriosa Batalla de Tarqui se produjo un hecho heroico en Saraguro cuando veinte soldados del Batallón Yaguachi al mando del General Urdaneta, dispersaron a la Tercera División Peruana que se hallaba acampada en ese lugar. Después del combate una mujer lloraba abrazada del cadáver de su hijo. Era Natividad Parrales y el héroe caído en tan valiente como temeraria acción su hijo Pedro”.

En la batalla de Tarqui librada el 27 de febrero de 1829, y luego del contundente triunfo del Ejército patriota, Antonio José de Sucre, conocido como el gran Mariscal de Ayacucho, recorrió el trágico campo de batalla, encontrando entre los combatientes muertos el cadáver de Natividad Parrales, comenta Teresita Mora.

En el concurso Interescolar de Oratoria 2011 desarrollado en el marco del Mes del Estudiante, Fernando Rojas Meneses, un destacado alumno del Instituto Educacional Antonio Peña Celi, en un hermoso y aplaudido discurso se refirió a la heroína Natividad Parrales diciendo emocionadamente: “Era una madre que enseñaba a su hijo el ferviente deseo de libertad, allí en la línea de fuego, donde los héroes dan un sí a la vida y a la inmortalidad. ¡Ah!… Madres fecundas, lojanas libres que amamantan sus retoños con amores libertarios… Y era una madre que enseñó al Libertador el desprendimiento de lo más grande de su ser por una causa noble y justa como es la libertad”.

Otras heroínas lojanas que lucharon en los campos de batalla por la causa libertaria fueron Nicolasa Jurado e Inés Jiménez, quienes, juntamente con la ambateña Gertrudis Espalza, se presentaron en el cuartel de Babahoyo, el 21 de agosto de 1821, para solicitar que se las enrole al ejército libertador en calidad de soldados voluntarios.

Como la guerra era solo para hombres ellas tuvieron que vestirse como tales. La parada tenía que ser de hombres machos, y la voz ni se diga. Se cambiaron los nombres y cada uno fue el de Manuel. De esta manera, en las filas del ejército se las conocía como: Manuel Jurado, Manuel Jiménez y Manuel Espalza.  Todo les salió muy bien.

Fueron asignadas al mismo batallón que llegó hasta la victoriosa Batalla del Pichincha. Allí, en el fragor del combate bajo el mando de Antonio José de Sucre, lucharon valiente y heroicamente conscientes que el triunfo en ese enfrentamiento bélico sería decisivo para la Independencia de Quito y todas sus provincias.

En la lucha cayó herido el “soldado” Manuel Jurado, quien fue conducido con los demás heridos a un hospital de Quito. Urgentemente fueron atendidos en medio de un alboroto de personas. Como la bala que impactó a Manuel Jurado fue en el pecho, rasgaron apuradamente su vestidura y, oh sorpresa, era una mujer. Efectivamente, era Nicolasa Jurado, la heroína lojana a quien el General Sucre ascendió a Sargentoy la entregó al cuidado de damas patriotas quiteñas hasta su total recuperación.

De su parte los “soldados” Manuel Jiménez y Manuel Espalza siguieron en el ejército de Sucre hasta la Batalla de Ayacucho, librada entre las tropas patriotas y las fuerzas realistas, cuyo triunfo dio la independencia a Perú y Bolivia, y selló la independencia definitiva del yugo español.

Luego de este episodio heroico y victorioso los dos “soldados” fueron licenciados y condecorados con sus verdaderos nombres: Inés Jiménez, de Loja, y Gertrudis Espalza, de Ambato.  

Como justo reconocimiento se ha perennizado la memoria de estas heroínas lojanas designando con sus nombres a tres calles ubicadas en la parte alta del barrio Miraflores de nuestra ciudad, y un centro educativo del cantón Pindal lleva el nombre de Natividad Parrales. Sin embargo, pienso que hace falta levantar un monumento en el que, con una alegoría, se represente el coraje, pundonor y heroísmo de la mujer lojana.