Benjamín Pinza Suárez
Efectivamente, esta es una semana decisiva que exige de cada uno de nosotros una actitud razonada, seria y responsable con nuestra ciudad, nuestra provincia y con nuestro país. Se trata de elegir bien a quien mejor represente a Loja, que nos llene de esperanzas y de orgullo, que esté a la altura del legado histórico, cultural, intelectual y productivo de esta tierra; de sus necesidades, aspiraciones y urgencias actuales; que sepa entender y avizorar con sapiencia los escenarios del mundo contemporáneo; que esté en capacidad de ubicar a esta ciudad y provincia en el sitial que se merece en el concierto nacional e internacional; que se constituya en la voz firme y sin dobleces ante el poder central para reclamar las obras que, por derecho y justicia, requiere Loja para dinamizar la economía, el turismo, el comercio y la producción tanto a nivel provincial, regional, nacional y con el vecino país del sur.
Aquí no estamos para indicar por qué candidato debe votar, sino que debe ser su propia consciencia ciudadana y su profundo sentido de lojanidad quien decida la mejor opción. Hacerlo por simpatía o antipatía es una actitud irresponsable. Lo que más debe pesar, a la hora de votar, es que el candidato que haya elegido esté a la altura de los tiempos. Loja no está para ensayos e improvisaciones. A Loja hay que mirarla muy alto, con respeto, prudencia, con grandes expectativas y con visión futurista porque la consulta popular que se nos viene atenta contra el derecho que tenemos como provincia de elegir a nuestros representantes.
Esta Consulta Popular es un atentado directo a la democracia, a los procesos desconcentradores y descentralizadores que es la tesis de las provincias periféricas; pues, se pretende nuevamente que sean las provincias de Pichincha, Guayas y Azuay las que carguen con el poder absoluto, con lo que otra vez renacerán los cacicazgos provinciales que administrarán como haciendas propias nuestros territorios. Es decir, nos quieren regresar a esos tiempos arcaicos donde se imponía el sistema departamentalista por la división territorial del Ecuador de ese entonces, por ejemplo, la provincia de Loja era un apéndice del departamento del Azuay y hasta hoy, dependemos en muchos trámites de los azuayos. Ese régimen departamentalista que favorecía a las élites oligárquicas daba lugar al tedioso regionalismo. La representación de los congresos no se computaba por el porcentaje de la población de las provincias, sino por el número de diez representantes por cada uno de los tres departamentos: el de Quito, Guayas y Azuay, bastaba que se unan los tres para concentrar todo el poder.
Por ello es que el gran Manuel Carrión Pinzano impulsó, en 1859, el Movimiento Federalista para enfrentarse al injusto sistema centralista y en su lugar plantear fortalecer a nuestras provincias como unidades de administración en territorio, con propia autonomía para que planifiquen sus necesidades y organicen su economía y con ello, se genere una descentralización justa y equitativa. Carrión Pinzano fue enfático al afirmar que “entre más centralismo exista, menos democracia habrá”. Pero para enfrentarse al sistema centralista, que ha sometido a nuestras provincias al olvido, se requiere de valor, patriotismo, civismo y colocarse con decencia, honor y gallardía la camiseta de la Lojanidad; caso contrario, cuando no tenemos autoridades que nos representen con dignidad, voz firme y contundente, nos volvemos víctimas del maltrato y en unos simples limosneros del poder omnímodo de turno.