En algo hay que emprender

Efrén Sarango Palacios

Todo vale en esta crisis

tan carente de trabajo,

hay que vérselas, ¡carajo!

y cambiar los días grises.

Venderé mis codornices,

al mayor o al menoreo,

por el barrio Clodoveo

donde viven mis amigos;

venderé también mis higos

y mis chifles de guineo.

Venderé papitas fritas

con salchicha de caballo;

de mi finca un buen zapallo

y los viernes cascaritas.

La sabrosa fritadita

venderé a los ciudadanos

que me quieran apoyar

para gastos de mi hogar,

mis hijitos y consorte

que reside en Sauces Norte

sin que pueda trabajar.

Venderé mis tamalitos

con café y ají de pepa,

mis humitas, mis arepas,

con cuentira, a dolarito.

Yo preparo pollo frito,

cervecitas, agua helada

en la puerta de mi casa

y también enciendo brasa

para el cuero y parrillada.

Hago pizza hawaiana

y la entrego a domicilio;

hago sango, mote pillo

con quesito de Yangana.

A las tres de la mañana

me levanto y hago panes

que mitigan mis afanes

y me gano un dinerito

a manera de sueldito

mientras otros… haraganes.

La carencia de dinero

me ha empujado a hacer de todo,

a pensar y darme modos

aunque empiece desde cero.

El Estado lastimero

de la patria a la deriva

nos ha puesto en disyuntiva:

o emprendemos lo que sea

o cedemos a la fea

inacción desaprensiva.