En memoria del Dr. Oswaldo Castro Muñoz

Santiago Armijos

Toda sociedad se engrandece o empequeñece por el accionar de sus integrantes en el complejo entramado de la vida. Ese accionar puede estar cargado de matices, pero fundamentalmente debe llevar la impronta de la buena fe, la solidaridad y el recto vivir y el recto pensar.  

Precisamente, ese es el caso del Dr. Oswaldo Castro Muñoz (Saraguro, 1944), quien falleció hace poco y fue un destacado profesional del derecho, cuyo claro talento y afilada inteligencia estuvieron al servicio de la docencia universitaria, la magistratura, la dirigencia gremial y el libre ejercicio profesional.

Tuve la suerte de conocerlo en el año 1991 cuando impartía con sapiencia, claridad y generosidad de espíritu:  la materia de Código de Procedimiento Penal, a quienes nos ilusionaba convertirnos en abogados en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de Loja. Siempre lo hizo con la gran solvencia profesional que resulta de haber ejercido con dignidad la abogacía y de haber sido eficaz Agente Fiscal de Tránsito y destacado miembro del Primer Tribunal Penal del Distrito Judicial de Loja. Su dominio de la materia, relacionada con el proceso penal de juzgamiento y sus honduras normativas, era tal, que sin recurrir al texto de ley citaba el articulado con precisión matemática y los exámenes los recibía oralmente, dedicando el justo tiempo a cada estudiante del numeroso grupo de examinados.

Propio de los hombres ejemplares y disciplinados, era dueño de una precisa puntualidad para cumplir con sus obligaciones académicas. Viene a mi memoria su siempre anticipada llegada a clases en su pequeña camioneta Datsun, cuya presencia en los parqueaderos universitarios encendían la alerta estudiantil de que la jornada empezaría a la hora exacta. 

Gracias a sus méritos personales y profesionales, y siendo uno de los profesores más distinguidos, el claustro de derecho lo eligió Decano de la Facultad de Jurisprudencia por varios períodos. Alta responsabilidad que la ejerció con gran prestancia y tomando las mejores decisiones en busca de la excelencia académica y en defensa del prestigio bien ganado de la vieja facultad donde se forjan los abogados. Su visión académica, de largo alcance, fue determinante para que los docentes de Derecho realicen estudios de posgrado y alcancen títulos de cuarto nivel, lo cual abonó significativamente a mejorar los niveles académicos.  

Su hoja profesional y sus vastos conocimientos jurídicos rebasaron los muros universitarios lojanos y permitieron que, en el año 2005, sea designado Magistrado de la Corte Suprema de Justicia del Ecuador, luego de alcanzar un sitio estelar dentro de un riguroso y transparente concurso de méritos y oposición, avalado por veedores internacionales de la Organización de Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos. Vale destacar que aquella Corte Suprema del 2005 fue la mejor de las últimas décadas, gracias a los juristas de quilates que la integraron y a las justas sentencias que se dictaron.

 Definitivamente, el doctor Oswaldo Castro Muñoz y su vida entregada al estudio del derecho y a la práctica de la rectitud, es un notorio ejemplo para las nuevas generaciones de abogados, al momento de seguir bregando por el prestigio bien ganado de Loja: de ser tierra pródiga de buenos juristas y letrados.

Descanse en paz, doctor Oswaldo Castro, ya que su accionar terrenal fue cumplido con honor, trascendencia y honestidad. Al desearle un viaje tranquilo y eterno a los dominios insondables de las estrellas; debo decirle que la Patria anda justa y muy necesitada de jueces probos e incorruptibles como usted. Nos hará mucha falta, pero queda su nombre, su ejemplo y su identificación incondicional con el imperio del Derecho: como el camino más racional para evitar la vorágine social y permitir el orden individual y colectivo.