El baúl de los recuerdos: Un hombre a todo dar: Alfonso Burneo Riofrío

Efraín Borrero E.

Cuando cursé el tercer año de estudios en el Colegio La Dolorosa, en la edificación ocupada actualmente por el Centro Cultural Municipal Alfredo Mora Reyes, calle Bolívar y Lourdes, que según se dice fue construida por los años 1900, siendo antes la «Hacienda Pucará» de propiedad de la familia Lequerica; una de las asignaturas que parecía una carga pesada para su comprensión fue la de Biología.   

Sabíamos que el profesor encargado de impartir esos conocimientos era el Dr. Alfonso Burneo Riofrío, a quien no conocía. Pregunté a mi compañero César Augusto Samaniego de quién se trataba. “Es un gran médico, alto y colorado, le dicen ‘billete de a cinco’; muy estricto y jodidísimo”, respondió poniéndome los pelos de punta.

Llegado el momento las cosas fueron diferentes: Alfonso Burneo se mostró gentil, cordial, respetuoso y con una evidente vocación para la docencia, cualidades que puso de manifiesto en otros centros educativos de la ciudad y en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Loja.

A esa vocación docente sumó su espíritu de servicio para dictar gratuitamente la cátedra de Ciencias Naturales en el Colegio Nocturno Leones de Loja, por el tiempo de seis años; es decir, hasta cuando ese establecimiento educativo pasó a ser un anexo del Colegio Bernardo Valdivieso como sección nocturna.

Años más tarde, el 06 de marzo de 1970, en el emotivo acto cívico de despedida de los sesenta gallardos estudiantes del glorioso y centenario Colegio Bernardo Valdivieso, “que en un gesto puro de nobleza y patriotismo partieron a la ciudad capital, entonando emocionados cánticos de nuestra tierra, en la histórica ‘Posta de la Lojanidad’, para exigir de una vez por todas la reivindicación de nuestros derechos  que por tanto tiempo habían sido conculcados por el Poder Central”, como escribió uno de los protagonistas: Camilo Borrero; tuve la oportunidad de saludar con mi ex maestro, Alfonso Burneo, que era parte del grupo de autoridades y distinguidos personajes allí presentes.

Esa hazaña bernardina llenó de gloria a Loja y constituyó un hito histórico en el país. Ojalá que la gesta heroica de esos valerosos estudiantes, que con esfuerzo y sacrificio vencieron la distancia hasta Quito en un recorrido de seis días, llevando consigo el anhelo del pueblo lojano, especialmente la construcción del Hospital Regional de Loja, sea reconocida como corresponde y se la perennice en un monumento cuya alegoría represente ese grandioso acontecimiento que fue ejemplo de coraje, valentía, pundonor y patriotismo.

Posteriormente, en 1974, nuevamente tuve la oportunidad de estrechar su mano en el acto organizado por el entonces alcalde de Loja, Rubén Ortega Jaramillo, con ocasión de la inauguración del Parque Bolívar, que dejaba al pasado la mal llamada “Estación de Tránsito”, constituida en un espacio sucio e indeseable.

En alguna ocasión conversé largo y tendido con Carlos Burneo sobre su cuñado, Alfonso Burneo Riofrío. Se refirió al enorme sacrificio que implicaba trasladarse a Quito por los años cuarenta para cursar los estudios de medicina en la Universidad Central. El viaje de Loja a Cuenca duraba cuatro días y se lo realizaba en caravana de a pie o en mula. El pago al guía costaba veinte sucres e incluía el alquiler de la acémila. De Cuenca al Tambo, en la provincia de Cañar, la movilización era en carro y desde allí continuaba la ruta en tren hasta Quito.

Vale recordar que la construcción de la antigua carretera Cuenca-Loja recién inició en el año 1941 a cargo de la constructora Ambursen, coincidiendo con el conflicto bélico entre Ecuador y Perú. Cuenta la leyenda que aviones de la fuerza aérea peruana sobrevolaron la ciudad de Loja y sectores aledaños para propiciar bombardeos. Uno de los blancos fue el campamento donde se encontraba el equipo caminero de esa compañía constructora. Los fieles sudorosos por el pánico y llenos de zozobra imploraron la protección de la Virgen del Cisne. Sorprendentemente las bombas no explotaron.

Carlos comentó que su cuñado le había confesado una muy singular anécdota: Alfonso y un grupo de estudiantes, entre los que estaban sus primos Luis María y Carlos Ignacio, y sus amigos: Tuco Peña, Hugo Celi, Rogelio Briceño y Luis Guillermo Reyes, habían decidido caminar desde Cuenca a Lojacon el propósito deahorrar los veinte sucres que debían pagar al guía y que bien les servía para sus inquietudes juveniles.  

Transcurrieron los cuatro días programados y no llegaban a ningún sitio. La desesperación se apoderó del grupo de jóvenes ya que no contaban con comida ni agua, al tal punto que comenzaron a pulular en sus mentes ideas extrañas a su buen comportamiento.

Así ocurrió cuando en la soledad de la noche miraron a lo lejos una luz que se acercaba y decidieron intimidar a quien estaba viniendo, a fin de que les provea alguna comida para saciar el hambre. Cuando se propusieron realizar el operativo el caminante nocturno les dijo: ¡Qué pasa jovencitos, bien que los conozco! Era el guía que siempre los acompañaba. Es de suponer la tranquiza que recibieron en Loja por aquel insólito intento.

Me dijo que Alfonso Burneo Riofrío se graduó de médico cirujano en la Universidad Central el 02 de abril de 1948, con las mejores calificaciones y con el convencimiento de seguir la ruta de galeno haciendo derroche de conocimientos, sacrificio y abnegación en lucha contra el mal. Inmediatamente se asimiló como médico del ejército, en cuya condición fue enviado al Puyo como capitán de Sanidad, desde donde se desplazaba a varios puntos del oriente para cumplir su labor social.

En uno de esos desplazamientos recibió la visita de varios jíbaros quienes le solicitaron ir de urgencia a la aldea. Lo hizo con los pocos medicamentos que contaba. La sorpresa fue que el enfermo era hijo del jefe de la tribu, quien lo amenazó diciendo que tiene que salvar a su hijo caso contrario le va a ir muy mal. Pasó cerca de cuatro días curando al enfermo. En gratitud, organizaron una comida, tomaron la tradicional chicha de yuca masticada y le regalaron una cabeza reducida, llamada tzantza, como diciendo: de la que te salvaste.

Disfruté mucho de esa y otras conversaciones con Carlos, especialmente por la genialidad con la que narraba los hechos y el original estilo de su lenguaje corporal.

Alfonso Burneo se trasladó a Catamayo por petición expresa del presidente Galo Plaza Lasso para realizar una campaña antipalúdica y combatir la plaga de la llamada langosta. Cumplida esa misión se retiró del ejército y retornó a la ciudad de Loja, su tierra natal.

A finales de 1951 laboró como médico en el Hospital San Juan de Dios, hoy Isidro Ayora, asumiendo luego la Jefatura de pediatría y después la Dirección del Hospital en varias ocasiones. Con los atributos que eran visibles en su ser propició un ambiente laboral caracterizado por la cordialidad y compañerismo.

Hay quienes lo recuerdan dando inicio al baile que cada año se organizaba con ocasión del aniversario del Hospital, en compañía de su auxiliar de enfermería, Emperatriz Trujillo, quien se lucía marcando el paso.  

En ese año, junto con los doctores: Víctor Alberto Castillo, Modesto Berrú, Federico Tapia y Antonio Peña Celi, en calidad de médicos; Luis Felipe Guarderas, odontólogo; y las señoritas Julia González y Delfina Ruiz, obstetras; conformó el primer directorio de la Federación Médica Provincial de Loja. Años más tarde presidió el Colegio de Médicos por tres ocasiones, haciendo gala de sus convicciones gremiales.  

En su brillante trayectoria profesional, Alfonso Burneo Riofrío se distinguió por su permanente deseo de superación. Su orgulloso hijo, Juan Carlos, resalta que varios fueron los cursos de especialización que realizó a nivel nacional e internacional, resaltando los estudios de especialidad de Urología y Ginecología, en Barcelona, España, y el Curso Internacional sobre planificación Familiar, en México, en 1968. Obtuvo el grado de Profesor Máster en Biología en el Instituto latinoamericano de Biología de la Universidad del Valle de Cali, Colombia, en 1964, y fue nombrado Primer Maestro de Ginecología y Obstetricia del Ecuador, en 1986.

Se destacó en el ejercicio de varios cargos y dignidades, como el de director de Asistencia Social de Loja y Zamora Chinchipe, en cuyo desempeño se esmeró por la construcción de los hospitales de Macará y Catacocha, además de crear dispensarios médicos en Celica, Alamor, Zapotillo, Saraguro, Zamora, Zumba, Yacuambi y Cariamanga. 

Fue concejal del cantón y alcalde Subrogante; vocal de SOLCA y de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja. Incursionó en la apasionante tarea periodística bajo el pseudónimo de “Enfermero 14”, en diversos diarios lojanos, aportando con sus inteligentes criterios al progreso de Loja.  

Bien cabe decir que el ilustre médico lojano, Dr. Alfonso Burneo Riofrío, a quien recordamos con especial afecto, fue un hombre a todo dar, utilizando esa locución de función adjetiva o adverbial que significa “de primera calidad”, por sus virtudes, capacidad profesional, honestidad, porte caballeroso y apasionado trabajo en procura del bienestar colectivo.