El baúl de los recuerdos: El monumento a Bernardo Valdivieso

Efraín Borrero E.

Gracias a Patricia Peña, coordinadora de la Casa Museo de la Cultura Lojana, situada frente a la Plaza Central, tuve la oportunidad de conocer la edición número ochenta y seis del periódico “El Municipio Lojano”, publicado el 24 de mayo de 1909, dedicado a honrar la gloria y honor del eximio filántropo lojano, Dr. Bernardo Valdivieso y González de las Eras, nacido en septiembre de 1743 y fallecido en julio de 1805.

Precisamente en esa casa, que fue de su madre, construida en 1730, habitó Bernardo Valdivieso. Cuenta Ecuador Espinosa que, según los miembros de esa familia, el cuarto por donde se ingresa a la tribuna del auditorio se llamaba “el cuarto del Dr. Bernardo”, y que allí murió.

Años después el inmueble pasó a poder de la familia Eguiguren Palacio y luego de Daniel Álvarez Burneo, quien también dejó su fortuna para la educación de la juventud pobre de Loja y para obras sociales.

El 30 de agosto de 1944, mediante Decreto Ejecutivo, el Presidente José María Velasco Ibarra estableció en forma legal la Fundación Álvarez, a fin de que se administre adecuadamente los bienes de Daniel Álvarez. Esa entidad privada vendió al Banco Central del Ecuador aquella hermosa residencia, en 1985, que luego de algunas adecuaciones la convirtió en museo.

Por efecto de la Ley Reformatoria a la Ley de Régimen Monetario y Banco del Estado, del 5 de octubre de 2009, el Banco Central del Ecuador traspasó los bienes culturales a su cargo, incluyendo inmuebles, al Sistema Nacional de Cultura, para que el Ministerio de Cultura y Patrimonio asuma la responsabilidad de los mismos. De esta forma, esa casona, que es un ícono patrimonial de Loja, seguramente el más importante, es parte de la institución que salvaguarda la memoria social y el patrimonio cultural del país.

Recuerdo que durante algún tiempo se estableció allí la Función Judicial y que su amplio balcón sirvió de tribuna para que las delegaciones presidenciales observen los desfiles cívico militares con ocasión del 18 de noviembre.

Sobre Bernardo Valdivieso, quien legó toda su fortuna en beneficio de la educación de niños y jóvenes lojanos, Ecuador Espinosa dice que está considerado como uno de los hombres más ilustres de Loja de todos los tiempos. “Su obra de apostolado por la educación y la cultura, sobrevive en la historia del terruño, con la plenitud abrazadora de los soles que descorren las sombras del olvido y del silencio”.

Comenta que: “Por propia confesión se sabe que permaneció soltero, pensando durante su vida en el bienestar de sus conciudadanos”. A este respecto, el escritor Oswaldo Burneo Castillo asegura que Bernardo Valdivieso “dejó descendencia con Nicolasa Santos con quien tuvo a Antonio Valdivieso y Santos, y que aparte fue padre de Francisca de Paula Valdivieso”.

Cuando se refiere a la hacienda Casanga, que fuera propiedad del filántropo, Burneo Castillo cuenta que su abuelo les platicó alguna vez que la descendencia de Bernardo Valdivieso se truncó cuando asesinaron a Antonio. “Este episodio se produjo luego que un hombre de color encontró a su esposa in fraganti con el joven Antonio quien mancilló su honra y la de su familia. El ofendido, usando una daga atravesó su cuerpo y lo mantuvo contra la pared hasta su muerte; así mismo, dio cuenta de su infiel mujer a quien también mató en el mismo acto (…) La servidumbre tomó la resolución de degollar al agresor. Cumplido este propósito espeluznante, introdujeron su cabeza ensangrentada en una jaula la cual se colgó en la picota del patio de la hacienda por varios días…”, asegura Burneo Castillo.

Retomando el asunto del periódico “El Municipio Lojano”, vale resaltar que está repleto de magistrales y solemnes discursos que hacen referencia a la magna inauguración de la estatua de Bernardo Valdivieso que se realizó ese día 24 de mayo de 1909, en el parque central.

En una de sus notas de prensa, dicho periódico destaca que la obra escultórica se erigió después de ciento cuatro años del fallecimiento de Bernardo Valdivieso, haciendo notorio que: “Corría el año 1899. Como de costumbre, y conforme a una disposición reglamentaria del Colegio Bernardo Valdivieso, verificábase en el mes de mayo una solemne velada, cuyo objetivo era avivar el recuerdo, mantener latente el conocimiento del hombre al que debía Loja el grado de cultura y adelanto a que ha llegado. Entonces se lanzó la idea de erigir una estatua, un monumento, un algo que patentizase de manera perdurable el reconocimiento de los hijos de Loja”.

Desde entonces, los lojanos hemos rendido sentido tributo de reconocimiento y gratitud a tan noble benefactor, haciéndolo al pie de aquel monumento que es emblemático de nuestra ciudad.

Sin embargo, a lo largo del tiempo no ha faltado quienes han puesto en duda la fidelidad de la efigie con la verdadera estampa del filántropo lojano. Por ejemplo, Julio Eguiguren Burneo sostuvo que la misma no correspondería a Bernardo Valdivieso sino al poeta británico Lord Byron, detallando que se había enviado un comisionado a Inglaterra para que se encargue de contratar la elaboración de la escultura. Cuando el artista le dijo el valor de la obra, el comisionado lo consideró desorbitante para la penuria económica del Municipio. Le propuso, entonces, que vea en bodega alguna estatua de entre las que no se habían retirado, procurando que más o menos se parezca, ya que esas son baratas. Lo cierto es que la escogida por el comisionado fue la que se trajo.  

Salta una inquietud ya que Lord Byron murió de treinta y seis años, y los rasgos fisonómicos de la persona representada en la estatua levantada en el parque central corresponden a un hombre de mayor edad.

Otra versión dice que en cierto momento hubo una confusión cuando se desembarcó la estatua en el puerto de Guayaquil, y que la verdadera efigie de don Bernardo Valdivieso habría ido a para a otro sitio.

En la enciclopedia online Wikipedia, que ciertamente no se sustenta en fuentes primarias, consta que esa estatua, fundida en bronce oscuro, fue encargada al escultor francés Leo Laporte Blairsy. En punto aparte de esa referencia se exponen razones que ahondan la duda sobre la identidad del personaje representado en la estatua, entre las que sobresalen las siguientes: La imagen no parece corresponder a un caballero hispano de finales del siglo XVIII. La capa gruesa y pesada desdice del tiempo y del contexto socio-geográfico en que vivió don Bernardo de Valdivieso. La barba y la manera de llevar el cabello tampoco corresponden a la usanza de la época, así como la levita de solapas anchas y de cuatro botones, que pertenece a la época napoleónica.

Mi distinguido amigo e intelectual lojano, Luis Salvador Jaramillo, me conversó que, en una pared de la Casa Museo de la Cultura Lojana, cuelga una fotografía en blanco y negro tomada en Saraguro en 1920, durante las festividades de la Natividad.

En la foto aparecen unos indígenas luciendo esas largas casacas de mangas orladas, y las chaquetillas y calzones cortos nutridamente bordados, propios de la moda española del siglo XVIII, poniendo en evidencia que tales atuendos españoles, que eran usados por los indígenas en sus comparsas navideñas, junto con otros coloridos disfraces, difieren notoriamente de la indumentaria que luce el personaje en la estatua de marras.

Por encima de estas consideraciones y de los objetivos razonamientos que se han expuesto a lo largo de tiempo, pienso que para los lojanos será muy difícil desarraigar de su mente el convencimiento de que la efigie que se conserva en el parque central no correspondería al Dr. Bernardo Valdivieso, porque a ella nos hemos acostumbrado desde que tenemos uso de razón, y porque es parte de nuestra identidad urbana.