Narrativas violentas

Ángel Efraín Orellana

“El hombre es lo que come”, aseguraba el filósofo alemán Ludwig Feuerback, en el siglo XVIII. Su frase en ese momento estuvo destinada a criticar el discurso de la iglesia, institución que afirmaba que, el hombre necesita solo pan y agua para vivir. Feuerback, sostenía otras tesis, entre ellas, la formación educativa, social y cultural del ser humano para que viva mejor.

Trayendo la frase de Feuerback, al contexto de violencia nacional en que estamos inmersos, diríamos que, aquellos practicantes y auspiciadores de los hechos violentos, son en algún grado, los que se alimentaron en su niñez y juventud, con todo el contenido cultural ofrecido por los medios comerciales; cine con violencia explícita, culto a personajes reñidos con la justicia, sexismo, música con mensajes machistas, derroteros, en fin, un banquete infinito de gérmenes para la descomposición social.

Como se ha dicho, las empresas de medios buscan atraer la atención del público para aumentar sus ratings o suscriptores, y una manera fácil de hacerlo es a través de contenidos culturales extranjeros, de noticias violentas y polémicas. Ha medida que los espectadores o lectores se siguen interesando en este tipo de contenido, las empresas de medios se ven obligadas a seguir produciéndolo. Así, el terreno para las narrativas violentas es espectacular.

Además, muchas veces los medios no son conscientes del impacto que tienen sus contenidos en la sociedad. Narrativas estereotipadas y discriminatorias pueden normalizar comportamientos violentos y fomentar actitudes negativas hacia grupos específicos; niñez, juventud, mujeres o las minorías étnicas.

Por lo tanto, es importante que los medios sean conscientes del poder que tienen en la formación de opiniones y actitudes sociales para producir contenido ético y responsable. Esto no solo puede ayudar a reducir la violencia en todas sus formas, sino también a crear una sociedad más justa e inclusiva.