Laberintos mentales

Ascendiendo en el empeño

de vivir con esperanza,

el denuedo ya no alcanza

y nos mata inmenso sueño.

Vamos todos con el dueño

de las cosas terrenales

a través de los vitrales

con el cuerpo desgastado,

muchas veces malogrado

por las lanzas divinales.

Miedo intenso en la hondonada

nos atisba sin sentido

y en el campo, malherido,

nos refresca una cascada.

En el mundo de la nada

sin las ostias redentoras

las miradas seductoras

nos alegran el camino

dibujando los destinos

más allá de muertas horas.

Mil placeres en escena

estrenando un nuevo traje

enloquece al personaje

que se extingue y causa pena.

Con esencia a hierbabuena

se oxigenan los pulmones

de los negros nubarrones

que atenazan las estrellas

y las formas puras, bellas

de los tersos algodones.

Laberintos citadinos

nos taladran en instantes

y los oros y diamantes

se convierten en perlinos.

Tierra inmensa de felinos

con sus garras afiladas

y monstruosas dentelladas

que nos rompen los esquemas

entre vómitos y flemas

y otras burdas mascaradas.

Tiempo oscuro de estulticia

sin amor en las entrañas;

red sutil de las arañas

que tapizan la avaricia.

Sin la tórrida caricia

se dirige un cruel lamento

a los límites del viento

en procura de reposo

pues las bases de su gozo

son rehílos macilentos.