Galo Guerrero-Jiménez
Los problemas sencillos y complejos que la vida nos depara día a día se alojan en nuestra mente, se crean, se producen y se resuelven desde este sector, el más granado, el más excelso que nuestra condición humana posee como la herramienta más fecunda para producir el lenguaje desde el ámbito de la conciencia lingüística y desde la fortaleza de la inteligencia intelectual y emocional que el cerebro tiene para poder ejercer una comunicación auténtica, de manera que los vínculos personales lleguen a manifestarse socialmente, con lo cual nuestra subjetividad se hace evidente en la realidad socio-cultural con la que el yo se vuelca hacia un nosotros que se hace vital en la medida en que ese emporio de lenguaje que el pensamiento humano produce, sea de calidad.
Desde esta exquisitez de la conciencia, en cuya mentalidad reposa el grado de responsabilidad personal y social que descansa en cada porción de lenguaje y que, en primera instancia se evidencia desde un monologar para convertirse en un conversar continuo con la otredad, que es desde la cual el ser humano se da cuenta que existe para vivir mancomunada, estética y axiológicamente, es decir, desde el mejor ángulo del disfrute que emana una conversación, puesto que, “la buena conversación es la fábrica de ideas más extraordinaria que tenemos a nuestro alcance, la herramienta más poderosa para transformarnos, llevar una vida emocional más plena y ser mejor personas” (Sigman, 2022a), que es lo que hoy se está deteriorando vertiginosamente en la sociedad.
De ahí que, para no deteriorar con facilidad la calidad de nuestro lenguaje en una conversación, que es la que nos da señales que, en efecto, existimos como seres humanos, la psiquiatra Mirian Rojas recomienda crear vínculos de amistad muy profundos. Ella sostiene que “la amistad es el grado excelso de interacción con otros —por debajo del amor—. Para que surja una verdadera amistad, tiene que producirse una convivencia, un intercambio de vivencias y emociones. La amistad se hace de confidencias y se rompe a base de indiscreciones. Hay que cuidarla con mimo. La amistad consiste en una relación de igualdad con intimidad y aprendizaje, por eso hay que trabajarla con artesanía y tesón” (2022), dado que, desde estas consideraciones pragmáticas, es posible proteger no solo nuestro contacto con el mundo, sino con el cerebro que es el laboratorio en donde se fragua el lenguaje auténticamente humano y en consideración al grado de nuestro desarrollo mental tanto intelectual, como emocional y espiritualmente asumidos en el ambiente de nuestro ecosistema.
En esencia, si la conversación confirma el grado de nuestra existencia a partir del nivel de conocimiento que cognitiva, estética y éticamente cada individuo ejerce en su diario vivir, es necesario aprender a conversar y a mantener un grado de amistad profundo con modelos de vida que humanística, científica, estética y técnicamente están impresos en grandes porciones de lenguaje vivo, actuante, luminoso que la escritura tiene desarrollados en todas las áreas que el conocimiento de los especialistas ha podido crear en diversos formatos para que, en este caso, la conversación amistosa fluya desde la lectura de un texto escrito que tiene mucho que decirnos para enfrentar los problemas complejos que cada vez son más evidentes en una sociedad que va perdiendo el rumbo de su más plena humanidad, y quizá porque no ha podido desarrollar el grado de su excelsitud cerebral para adentrarse en el conocimiento del mundo desde una actitud axiológica, tal como la que propone el neurocientífico Mariano Sigman cuando confiesa que le “gusta pensar la ciencia como una nave que nos lleva a lugares desconocidos, a lo más remoto del universo, a las entrañas de la luz y a lo más ínfimo de las moléculas de la vida. Esa nave tiene instrumentos, telescopios y microscopios, que hacen visible lo que antes era invisible. Pero la ciencia también es el camino mismo, la bitácora, el plan de ruta hacia lo desconocido” (2022b), puesto que es ahí en donde palpita el compromiso de nuestra cognición para adentrarnos en parajes de sana conversación, de lectura y de escritura gratificantes para seguir indagando sobre lo excelso que la vida posee.