Diego Lara León
Toda actividad que realiza el ser humano trae consigo un riesgo, que no es otra cosa que la posibilidad de que se produzca un contratiempo o una desgracia, de que alguien o algo sufra perjuicio o daño.
A lo largo de los años, la humanidad ha emprendido en la enorme misión de minimizar el riesgo. La certidumbre en las actividades, en las tareas, en los proyectos, siempre será una de las principales preocupaciones de quienes arriesgan en algo nuevo o que ya existe. La seguridad de que todo saldrá bien nunca será absoluta, pero, si la certeza es muy alta, hablamos de una actividad muy atractiva de realizar.
Uno de los derechos fundamentales en una sociedad es la protección de la integridad personal y de la propiedad privada. El crecimiento y el desarrollo se sustentan en la seguridad.
Muy pocos están dispuestos a invertir, exponer su patrimonio, sus recursos y su integridad física en actividades altamente riesgosas o en entornos altamente inseguros.
Ecuador vive una grave inseguridad, antes decíamos que vivíamos una inseguridad jurídica, pues hoy a eso se suma una severa y altamente preocupante inseguridad física.
Quiero recalcar que la palabra que uso para conceptualizar el problema que tenemos con la seguridad es INSEGURIDAD, cuidado que pensar que el problema es la “falta de seguridad”. La falta de algo no es un problema, es una causa que genera un problema. Si confundo causa con consecuencia, obviamente equivocaré las medidas de solución y el resultado será negativo.
Este último feriado ya demostró que la economía empieza a enfermarse por la inseguridad. Muy pocos destinos turísticos alcanzaron lo previsto en sus proyecciones, la respuesta de los turistas que no se movilizaron fue recurrente: “nos sentimos inseguros de viajar”.
Los restaurantes y comercios de nuestras ciudades ya están cerrando temprano, eso reduce el movimiento económico y frena la generación de empleo.
Existen inversiones en turismo, por ejemplo, que se iban a realizar en el 2023 en Ecuador y que se han redireccionado a Uruguay y Perú.
La inseguridad física es un tema estructural, es decir, no se la fortalece con una o dos medidas, ni tampoco desde un solo sector de la sociedad.
Necesitamos sin duda un Plan Integral de Seguridad, que involucre: educación, reformas legales, infraestructura y acceso a servicios básicos, equipamiento y capacitación a las fuerzas del orden, empoderamiento de la comunidad, fortalecimiento del aparato productivo y beneficios sociales. El Gobierno debe liderar a todos los sectores para que la suma de esfuerzos genere sinergias. No podemos exigir seguridad, sin involucrarnos en su recuperación. La culpa no es solo de un sector, la solución tampoco es responsabilidad de un solo sector.
Estamos como país, distraídos en temas menos importantes, pero claramente más mediáticos, creo que es hora de salir de en medio de los árboles para observar el bosque.
Vivir en inseguridad reduce drásticamente la calidad de vida y las posibilidades de desarrollo. Es hora de unirnos y enfrentarla desde nuestros espacios. Pasemos todos de la queja a la acción. Es momento de hablar en casa sobre la inseguridad y plantearnos estrategias para reducir el riesgo en lo cotidiano, es momento de invertir desde las empresas en mayor seguridad para nuestros colaboradores y para nuestro entorno, es hora de unirnos en comunidad, en hora que el Gobierno en todas sus dimensiones se “sacuda” y plantee un serio y gran plan integral de seguridad, es hora de que todos nos involucremos.
@dflara