El baúl de los recuerdos: Gustavo Samaniego Rodríguez, un hombre ejemplar

Efraín Borrero E.

En el acto de incorporación a la Academia Nacional de Historia, Capítulo Loja, llevado a cabo a mediados del 2022, tuve la dicha de saludar con Gustavo Samaniego Rodríguez, a quien, por su contribución al conocimiento de nuestra historia, esa institución lo reconoció y acogió como Amauta, que en la cultura incaica era signo de sabiduría.

Luego de tantos años de no haberlo visto pude apreciar que sus cualidades de hombre gentil y afable se mantienen intactas. Se muestra vigoroso y con plena lucidez a pesar de sus noventa y un años.

Siempre supe de sus valores y virtudes por los cuales la colectividad lojana lo ha considerado un hombre respetable y respetado, pero fue en ese acto que conocí a cabalidad su dilatada y brillante trayectoria desde cuando se graduó de Médico Veterinario en la Universidad Nacional de Loja, por la que ha recibido más de setenta reconocimientos científicos, laborables y clasistas.

En su semblanza se destacó los cursos de especialidad y capacitación en Italia, España, Dinamarca, Estados Unidos, Chile, Perú, Colombia, Argentina, Costa Rica, El Salvador, Panamá, Guatemala y México; la docencia universitaria por más de cuarenta años; el ejercicio de importantes funciones públicas y privadas, así como su actividad gremial en el Centro Agrícola de Loja, Asociación de Ganaderos y Cámaras de Agricultura del Austro; y, Colegio de Médicos Veterinarios y Zootecnistas de Loja.

Se resaltó su dedicación a la investigación científica haciendo notorio el impulso a la protección y conservación de la biodiversidad y de los recursos naturales de Loja en su finca “El Cristal”, con el apoyo de investigadores y estudiantes de las Universidades Nacional de Loja, Técnica Particular de Loja y otras nacionales e internacionales.

Cuando le pregunté sobre la finca “El Cristal” me respondió que mejor la conozca personalmente. A los pocos días me invitó a visitarla. Llegamos al sitio localizado en el sendero ecológico “Ruta de la Cascarilla”, entre Pueblo Nuevo y las Tres Leguas, y allí me di cuenta que se trata de un santuario de ciencia, saberes, historia y cultura en el que Gustavo Samaniego Rodríguez ha entregado jirones de vida y recursos económicos para su establecimiento y sostenibilidad. 

En esa finca de seiscientas dos hectáreas creó el Centro de Investigación Científica “El Cristal”, cuyo objetivo es “Contribuir a la investigación, conservación y difusión de la biodiversidad lojana, así como dejar la memoria personal, familiar, cultural y natural de un territorio de pertenencia dedicado a exponer las identidades más representativas que nos definen, únicas e irrepetibles, respetando las diferencias, en una atmósfera de justicia, reparación y agradecimiento a la naturaleza”, como se resalta al ingresar en la imponente casa de hacienda restaurada, cuya construcción data más de doscientos años, y donde, se dice, habría pernoctado el insigne polímata, geógrafo, astrónomo, humanista, naturalista y explorador prusiano, Alexander von Humboldt, quien por 1802 estuvo en Loja analizando la cascarilla de ese sector que había adquirido fama mundial por sus bondades curativas.

En su interior existe una impresionante galería que en forma sistematizada exhibe los trabajos investigativos que se han realizado sobre la cascarilla, que abundaba en la corteza de los árboles de quina y se volvió muy apetecida por los conquistadores españoles, cuando constataron que curaba la malaria y el paludismo. También se destacan los estudios sobre el café de altura de Loja tan prestigiado en el mercado internacional, y otros trabajos investigativos de mucho interés.

Algunas referencias históricas y retratos de personajes ilustres de Loja que allí se exponen dan razón de nuestro pasado cultural e institucional. El distinguido escritor e investigador, José Carlos Arias Álvarez, bajo cuya responsabilidad está el Archivo Histórico Municipal y preside el Capítulo Loja de la Academia Nacional de Historia, quien estuvo de visita en ese Centro como parte de una investigación de campo sobre la cascarilla, producto de la cual escribió la obra “Cortezas de Esperanza”, dice: “allí encontré toda una herencia escrita y con objetos patrimoniales, un préstamo de una vida dedicada a la flora y fauna lojanas. Detrás de cada objeto había una historia para escucharla”.

Ciertamente, porque todo lo que se debe saber de ese prestigioso Centro es posible conocer en la voz apasionada de Gustavo Samaniego, quien explica detalladamente todo el acervo de conocimientos y experiencias que allí se han acumulado a través del tiempo.

Muchos científicos e investigadores nacionales e internacionales han sido huéspedes del Centro de Investigación Científica “El Cristal”, quienes se han beneficiado de las exquisitas atenciones y facilidades de Gustavo Samaniego. En reconocimiento a su encomiable labor, un equipo internacional de investigadores denominó como Pristimantis «Samaniego» a una rana descubierta en el sector.

Al finalizar el recorrido por el Centro encontré algunas fotografías que muestran el origen de la tan querida y añorada Liga Deportiva Universitaria de Loja, en la que Gustavo Samaniego fue brillante protagonista.

La historia de este equipo local, lamentablemente desaparecido luego que nos dio momentos de gloria deportiva en estadios de Venezuela, Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil, además de los nacionales, se inicia en la Escuela de Medicina Veterinaria, creada como parte de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Loja, el 13 de octubre de 1950.

Juan Francisco Ontaneda, rector de la Universidad en el período 1955-1963, llegó a conocer las aptitudes deportivas en el campo futbolístico de ciertos estudiantes matriculados en la Escuela de Medicina Veterinaria, así como de unos pocos más en otras especializaciones de ese Centro Universitario. Imbuido de gran entusiasmo, junto con Eduardo Unda decidieron crear y promover el equipo amateur de Liga Deportiva Universitaria, asumiendo el rol de dirigentes.

La iniciativa se hizo realidad en 1957 luego de haber seleccionados a los siguientes jugadores para conformar el equipo: Carlos Loján, Saúl Muñoz, Augusto Witt, Carlos Orellana, Vicente Banda, Guillermo Ayora, Edgar Jaramillo, Gustavo Samaniego, Gonzalo Moya, Gonzalo Abad y Maciel Ochoa, quienes salieron a las canchas luciendo la impecable camiseta blanca y haciendo gala de un profundo pundonor deportivo.

Hasta 1960 se incluyeron otros jugadores como Arturo Briceño, Antonio Jaramillo, Eduardo Garrido, Antonio Maldonado, Eduardo Sempértegui y Edgar Cevallos.

Sobre Gonzalo Moya, querido y recordado “guaytambo”, como se llama afectuosamente a los hermanos tungurahuenses, Gustavo Samaniego dijo que fue el más destacado jugador en la cancha, además de haber sido el mejor egresado de la Escuela de Medicina Veterinaria, y haberse prestigiado como entomólogo en Brasil, donde reside desde hace algunos años. Recuerda cómo asomó por estos lares con su guitarra al hombro y los primeros momentos de su estancia en Loja, así como el matrimonio que, posteriormente, contrajo con una bella y espiritual dama lojana, trágicamente fallecida.

Lo que vino después de 1960 hasta 1979, en que Liga Deportiva Universitaria de Loja se categorizó como un club profesional, y desde allí hasta su desaparición, es otra historia digna de rescatar, porque la querencia por ese equipo perdura en el alma de los lojanos.

Gustavo Samaniego Rodríguez es un hombre admirable y ejemplar al que Loja le debe mucho por su contribución a la investigación científica y al conocimiento de nuestra historia. Lo ha hecho de manera silenciosa y desinteresada, simplemente basado en sus convicciones y desbordante entusiasmo. Lleva impregnado en su mente, como impronta, el célebre pensamiento de Marco Tulio Cicerón: «La historia es el testimonio que confirma el paso del tiempo, la antorcha que ilumina la verdad, la vida de la memoria, la maestra de la vida, el mensajero de la antigüedad».

Cuando concluimos la inolvidable visita al Centro de Investigación Científica “El Cristal”, que debe ser un destino obligado de los lojanos, sentí una vez más la calidez y sencillez tan propias de Gustavo Samaniego Rodríguez, cualidades por las que se ha ganado el afecto ciudadano. También pude apreciar que en cada rincón estaba presente el recuerdo perdurable de su encantadora, virtuosa y amada esposa, Teresa Puertas Arias, que hoy goza de la Gloria de Dios.