Por: Sandra Beatriz Ludeña
En realidad, se llama Gabriel José de la Concordia García Márquez y por antonomasia se lo conoce con el apodo de Gabo. Afirmo que se llama porque no creo que, al ya no estar presente en esta dimensión, —tan solo por esto—, haya dejado de ser.
Gabo se fue un 17 de abril del año 2014, pero sus ideas continúan vigentes. En esta tierra que nos alberga, nació en Colombia y se hizo escritor, guionista, editor y periodista, ganador del Premio Nobel de Literatura de 1982, por todo esto, creo que en realidad habitaba un mundo superior, el realismo mágico, desde el cual se puede tener mejor visión y dominio de las cosas.
A mis catorce años de edad (1984), tenía un gusto especial por el realismo mágico, así fue que empecé por leer Cien años de soledad, que me parecieron mágicamente mil años ensartados en un cuento, conocí Macondo y la capacidad de un escritor de asirme del hilo de la imaginación y, mostrar la realidad que antes ni después podía compararse con nada.
Luego conocí Crónica de una muerte anunciada, donde vi por primera vez la injusticia, cuando Santiago Nasar, —el turco—, fue asesinado por una calumnia. Aracataca una pequeña aldea en los Andes de Colombia es el escenario para esta trama de acontecimientos, en la cual, los asesinos se encargan de anunciar por todo el pueblo que matarían a la víctima por venganza, pues, fue acusado de robar la virginidad a una dama de la localidad.
Todo se desarrolla en situaciones amenazantes, de las cuales nada sabe Santiago, hasta su muerte. El autor narra algo inenarrable, el asesinato de la inocencia. La víctima es acuchillada y transita sosteniendo sus vísceras en las manos. Creo que al leer me impactó el dolor y la pestilencia de la injusticia.
En El coronel no tiene quien le escriba, me enteré sobre un veterano de la “Guerra de los mil días”, que sirvió a órdenes de Aureliano Buendía. Es la historia de un servidor de la patria, que desde hace quince años espera su pensión de retiro. Así el coronel va todos los viernes a la oficina de correos, con la esperanza de ser notificado con su pensión, pero esto no sucede. Así, junto a su esposa anciana, viven situaciones de precariedad.
Esta última obra a la que me refiero es una reflexión acerca de los principios y valores que no son negociables, a pesar de la indiferencia en sociedades que valoran la opulencia, el poder político a costa de cualquier otra cosa en la vida.
De esta manera, toda la obra de García Márquez es una denuncia social, trata acerca de la realidad yuxtapuesta al mito, esa forma tan particular de narrar que, se la ha enmarcado en lo que es el realismo mágico, aunque se valora más la magia de contar que la realidad, —que pocos exploran—, pues, sobre brasas se corre el riesgo de quemarse.