Pastores según el corazón de Cristo

                                                                                             P. MILKO RENÉ TORRES ORDÓÑEZ

San Pablo escribió en Rom. 8, 22-23 una exhortación con un fuerte sentido profético, muy necesario para nuestro tiempo, si nos detenemos a realizar un serio examen de conciencia: “Nosotros sabemos que la creación se queja y sufre de dolor, como cuando una mujer embarazada está a punto de dar a luz. Y no solo sufre la creación, sino que también sufrimos nosotros, los que tenemos al Espíritu Santo, que es el anticipo de todo lo que Dios nos dará después”.

Este texto constituye el punto de llegada y de partida que nos ayuda a ubicarnos en la fragilidad que nos envuelve ahora. Vivimos en un entorno en el que respiramos aire contaminado. En su momento el Papa Juan XXIII habló de la urgencia de abrir las puertas y ventanas de la Iglesia para que entre aire nuevo. El Concilio Vaticano II permitió la puesta en común de una necesaria renovación a todo nivel. El Papa Francisco formula constantes llamados a valorar el don de la conversión. Hoy debemos señalar que la misericordia define a Dios. La revolución de la ternura, ausente y necesaria, involucra a todos los hombres de buena voluntad, a aquellos que luchan por promulgar una auténtica cultura de paz. En una de las recientes homilías, el Pontífice actual acentuó su preocupación por la identidad y la misión de quienes estamos llamados a acompañar en un tránsito de liberación a la enorme comunidad que quiere vivir en plenitud: “Al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo; esta es una prueba clara. Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la Misa con cara de haber recibido una buena noticia”. En el domingo del “Buen Pastor” conviene acentuar la importancia del don recibido en el día de su ordenación sacerdotal. “Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las ‘periferias’ donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones”. La fragilidad de que habla el Papa descubre la existencia de una crisis: “Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes”. Una de las súplicas más sentidas de Francisco cuestionó, exigió, a los consagrados: “Esto os pido: sed pastores con ‘olor a oveja’, que eso se note”. ¿Una lucha interior titánica? De ninguna manera. El Pastor, es alguien escogido por Dios entre los hombres, desde una realidad familiar concreta en una estructura geopolítica determinada por el bien y por el mal. Jesús es el pórtico de ingreso a una vida auténtica. El “Buen Pastor” llega para entregarnos tiempos de esperanza y de fortaleza. En la alegría de este tiempo pascual la resurrección de Jesús es la luz que alumbra el camino hacia la paz. ¿Qué nos pide el Señor? Que busquemos la identidad en el servicio y la entrega total de lo que somos y tenemos a las personas más sencillas.