Quilanga, 27 de abril 2023
El primero de mayo, une un sentimiento universal de lucha y rebeldía, de reivindicación de conquistas, de renovación de un espíritu combativo desde la unidad universal clasista, al celebrar el Día del Trabajo, o también conocido como el “Día Internacional de los Trabajadores”, es quizá el único día de carácter universal en conmemoración de las luchas sociales y laborales por la dignidad de los obreros y obreras.
La conmemoración del primero de mayo fue declarado por la segunda internacional socialista en 1889, en memoria de los cinco mártires de chicago: el tipógrafo George Engel, el carpintero Louis Lingg (quien se suicidó en su celda antes de la horca) y los periodistas Adolf Fischer, Albert Parsons y August Spies, quienes fueron tomados prisioneros en las protestas de mayo de 1886, en Chicago, y luego terminaron siendo fusilados.
La lucha por la vida y la dignidad de los trabajadores tenía como proclama “ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de ocio”, pues, los trabajadores eran sometidos a intensas jornadas de hasta 18 horas, no contaban con salario justo, seguridad social y, si bien, el presidente Andrew Johnson aprobó la jornada de ocho horas en la ley Ingersoll para trabajadores como los de obras públicas o los empleados de oficinas laborales, no así para los trabajadores de las fábricas, a lo que se sumó el rechazo de los patrones estableciendo cláusulas que permitían aumentar la jornada laboral.
La paradoja de esta lucha radica en que EE.UU, símbolo del capitalismo industrial como modelo de desarrollo, es a la vez, la puerta de entrada, para que los obreros tomen conciencia de sus derechos, primero fueron trecientos siete, luego se sumaron ochenta y ocho mil que coparon las calles de Chicago, en ese entonces, la segunda ciudad más poblada; el conflicto se extendió a otras ciudades norteamericanas, logrando que más de cuatrocientos mil obreros pararan en cinco mil huelgas simultáneas, el sindicalismo y la “revolución socialista” empieza a fortalecerse en el seno de sus contradictores.
La sangre de los mártires ha sido el grito de miles y miles de trabajadores en cada jornada del primero de mayo. Ecuador conmemora esta fecha desde 1911, en medio un precapitalismo aupado por la poderosa oligarquía agraria, comercial y, sobre todo, bancaria. La lucha de los trabajadores se consolida con la expedición del Código del Trabajo en 1938 y el nacimiento de organizaciones de clase como CEDOC, CTE, CEOLS que convergieron en el FUT.
Los datos históricos, los nombres de valientes trabajadores que ofrendaron su vida y las luchas de reivindicación de derechos sociales y laborales colectivos serán vanas, si como ciudadanos y trabajadores no vivificamos la construcción de una sociedad donde todos, como dice, el Papa Francisco, tengamos techo, tierra y trabajo. Viable sí, pero no desde la lucha fratricida, sino desde la justicia, la paz y la solidaridad.
Principios que permiten una sociedad donde los líderes gobernantes, en distintas esferas, sean los principales luchadores contra el acoso y violencia laboral, permitan políticas públicas para una remuneración justa y equitativa, que permita acceso al trabajo en igualdad de oportunidades y erradique la desigualdad social.
Grato soy con mi trabajo y mi remuneración, por ello anhelo un Ecuador de todos y para todos. Grito con fuerza: ¡Qué viva el día de los trabajadores!