El nombre de la rosa

Por: Sandra Beatriz Ludeña

Umberto Eco el famoso escritor italiano en su novela “El nombre de la rosa”, 1980, realiza una proeza, que va más allá de generar una hipótesis de blasfemia, pues sitúa su novela en el revoltoso ambiente religioso del siglo XIV, en donde narra la investigación que realiza fray Guillermo y su pupilo Adso del Melk, alrededor de una misteriosa serie de crímenes, que suceden en una abadía en el sur de Italia.

Pero, narrar la trama de acontecimientos no es la proeza, sino algo que se descubrirá más adelante, pues, todo gira en torno a la existencia de un libro envenenado que se creía perdido, la segunda parte de la Poética de Aristóteles, la cual versaba, —según nos cuenta— sobre la comedia y la poesía yámbica.

Como se sabe, un asunto burocrático termina como una investigación policial con tintes filosóficos, es una reflexión sobre el miedo, sentimiento humano peligroso: miedo a los placeres mundanos, miedo a la lógica y al conocimiento, miedo al poder liberador del humor, en fin, el miedo a las circunstancias de la vida; son tales emociones las que explican los crímenes de la abadía. Pero la novela no es solamente sobre los crímenes, sino sobre debates filosóficos más profundos.

Por ello, en El nombre de la rosa se habla sobre el alma humana, el empirismo como investigación filosófica, la risa y lo cómico, el autoritarismo y totalitarismo, y más, que la hacen una de las mejores obras construidas en la historia de la Literatura Universal.

Este comentario resalta el hecho de que Eco crea un personaje bibliotecario llamado Jorge de Burgos, monje anciano e invidente, venerado y temido, de enorme erudición, que dirige una abadía, donde varios monjes han sido asesinados en extrañas circunstancias. Ahora incluyo un fragmento de la novela:

“Clavaba los ojos en nosotros como si nos estuviese viendo, y siempre, también en los días que siguieron, lo vi moverse y hablar como si aún poseyese el don de la vista. Pero el tono de la voz, en cambio, era el de alguien que solo estuviese dotado del don de la profecía”.

En este fragmento, se nota la influencia literaria de Jorge Luis Borges y es la clave. Y claro, Eco sabe que esa influencia es innegable, por lo que declara así: “—Me gustaba la idea de tener un bibliotecario ciego y le puse casi el mismo nombre de Borges—”.

El contraste entre el dogmatismo totalitario de Jorge de Burgos y el empirismo liberal de Guillermo de Baskerville, con el humor como una puerta de escape o elemento liberador son los recursos más valiosos en la novela. Entendiendo que tal pugna, denunciada artísticamente por Eco, sigue presente en la vida del hombre moderno, subrayando que tantos crímenes y actos de injusticia tienen como autor al miedo, encubiertos como en El nombre de la rosa.