Lo esencial

Por: Sandra Beatriz Ludeña

En la obra “El principito”, Antoine de Saint-Exupéry dice: “A los mayores les gusta las cifras.  Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo.  Nunca se les ocurre preguntar: ‘¿Qué tono tiene de voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?’ Pero en cambio preguntan: ‘¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?’ Solamente con estos detalles ya creen conocerle”.

Según mi experiencia, agrego que nos gusta indagar cosas cuantificables, así: ¿Cuánto ganas? ¿Cuántos hijos tienes? ¿Cuánto debes? ¿Cuánto pagas de impuesto?  Pero a nadie se le ocurre preguntar ¿Cuánta ilusión hay en tu vida? ¿Cuánta felicidad forjas día a día? ¿Cuánto éxito has acumulado en tu historia?

En todos los sentimientos humanos ha crecido la mala hierba, y sin esta todo lo demás queda empobrecido, es por esto por lo que la flor esencial se marchita poco a poco. La promesa de la felicidad ha quedado limitada a la obtención de fortuna o algo material, y en cambio, la gloria es inimaginable para los románticos.

Entre cuentas y cuentas valen más las gotas de lluvia que los cientos de billetes que acomoda un cajero del banco, es cierto, pero, el mundo está al revés. Porque hay un número infinito de cosas, que mueren en cada instante de la elección.

Y las elecciones son sucesivas.  Pensemos que, entre recoger pétalos de rosas de un jardín, elijo recoger sueños de grandeza de los escaparates llenos de ropa.  Entre perseguir mariposas para capturar belleza con las retinas, prefiero las falsas poses de los influencer del momento.  Las elecciones son así y mueren en cada instante en que se realizan.

Lo esencial se está desvaneciendo como la fragancia de una orquídea rara que alguien, cierto día, echó de su jardín en primavera, y que mamá recogió de una acera.  La trajo con ella pletórica y sin disimular su contento, en aquel momento dijo, “hija, aquí la flor, la flor y tú, tanta fragancia y hermosura para adornar el mundo”.

Resulta que he guardado muy bien su aroma, su color intenso y pitaya en la memoria.  Y la belleza de las dos: flor y mujer, viven, aunque ninguna de ellas esté ya conmigo.  Lo esencial sobrevive a la muerte, todo lo demás desparece.

Hoy que la vida parece sacarme la lengua, porque he perseguido durante años el cumplimiento de un derecho, hoy que reconozco que me he creído de la ley, hecha por los hombres, perversamente dada para engañar a otros hombres, burlar sus ilusiones de justicia, hoy solo digo, mi único consuelo es que he aprendido a ser esencialmente humana.

Y aunque nadie se pregunta ¿cuánto sufrimiento ha causado al otro? Ni haya interesados en saber, ¿cuánto amor son capaces de agregar al mundo? Esta es una reflexión para todos, pero, solo pocos las comprenderán.