Elecciones presidenciales: voto responsable o resignación  

Santiago Armijos Valdivieso

De las ocho opciones presidenciales creo que solamente cuatro tienen reales posibilidades para hacerse del poder. Una de ellas es la del correísmo, gracias a un incondicional y sumiso apoyo a su caudillo, que oscila entre el 25 y el 30%.

Otra es la de Fernando Villavicencio y su cruzada anticorrupción y de combate a la delincuencia, cuya aceptación ha ido creciendo por sus mensajes claros, sin ambages y coherentes con su actuación en su paso por la Asamblea Nacional. También está la opción de Yaku Pérez, cuya impronta principal es la defensa del agua, del medio ambiente y del indigenismo. Finalmente, está la alternativa de Otto Sonnenholzner, quien proyecta una imagen de centro, y apuntala su propuesta en la generación de trabajo y en la lucha contra la inseguridad.

Por todo lo que se vive y se siente en el país, resulta muy improbable que alguna candidatura alcance el número suficiente de votos para ganar en primera vuelta por lo que una segunda ronda electoral es inminente, la cual estará marcada por un contexto socio político cuyas principales características serían las siguientes: 1. Creciente decepción ciudadana hacia la clase política; 2.  Mayoritaria y positiva identificación social con la dolarización; 3. Indignación e impotencia ante la corrupción; 4. Desesperación ante la ola delincuencial; 5. Amplia repulsión hacia la labor realizada por la anterior Asamblea Nacional; 6. Desconfianza a los jueces de la Función judicial, al Consejo Nacional Electoral  y a la Corte Constitucional; 7. Populismo de baile y pandereta azuzado por las redes sociales; 8. Inexistencia de partidos o movimientos políticos con ideologías serias y a largo plazo; 9. Extrema fragmentación electoral y, 10. Corto período de gobierno (15 meses, aproximadamente).

También hay que tener muy en cuenta que quien presida al Ecuador tendrá una Asamblea Nacional muy similar a la que fue cesada por “muerte cruzada”, dado que los candidatos a asambleístas son elegidos en una sola vuelta y con cualquier porcentaje de votación; en la que con seguridad primarán los intereses politiqueros y la captación de espacios de poder para saciar la voracidad del clientelismo político.

¿Cuál sería la mejor opción presidencial o la menos mala? Sin duda, la que ofrezca cumplir con los siguientes lineamientos básicos: 1. No tener antecedentes de corrupción en gobiernos anteriores; 2. Tener la capacidad y personalidad para enfrentar cualquier dardo politiquero, especialmente los que se lanzarán desde la inefable Asamblea Nacional; 3. Trabajar para que la dolarización se sostenga; 4. Abrazar la libertad de expresión; 5. Enfrentar decididamente la corrupción y promover la recuperación de lo robado; 6. Respetar la vigencia del Estado de Derecho y distanciarse de todo tipo de dictadura en la región o el mundo; 7. Por ser motor de desarrollo y fuente de empleo: incentivar la inversión privada responsable que paga tributos y respeta los derechos de los trabajadores; 8. Atender la deuda social mediante el impulso a la educación y la salud pública; 9. Proteger con racionalidad y practicidad la naturaleza y el medio ambiente; y, 10. Manejar responsable y planificadamente las finanzas del Estado.

Es lo mínimo que debería cumplir el próximo presidente del Ecuador, caso contrario, el país volverá a ser triturado en las ruedas del molino del cinismo, la corrupción, la intolerancia y la irresponsabilidad. ¡La decisión está en nuestras manos!    

Rompamos esta vez, mediante un voto responsable, aquella dura, pero cierta afirmación del Nobel mexicano Octavio Paz que dice: “Ningún pueblo cree en su gobierno. A lo sumo, los pueblos están resignados”.