Generación postergada: el lamento mudo de la política juvenil en Ecuador

David Santiago Maldonado Peralta

La vitalidad de la democracia ecuatoriana parece estar siendo socavada por un fenómeno silente pero urgente: la alarmante ausencia de la juventud en el panorama político postelecciones del 2023. La participación de los jóvenes, esenciales en la construcción de una sociedad equitativa, está siendo ignorada en un país donde el 80% de ellos declara sentirse desvinculado de los partidos políticos. La perspectiva juvenil, cargada de innovación y audacia, es un componente esencial en cualquier sistema democrático que aspire a representar a su población en su totalidad. Sin embargo, las estadísticas reflejan un abismo creciente entre los jóvenes y el proceso político, convirtiendo la democracia en una narrativa opaca para quienes deberían estar en su epicentro.

A pesar de los modestos intentos del Consejo Nacional Electoral por reanimar el espíritu cívico de los jóvenes, las cifras reflejan un fracaso innegable. Las medidas como debates obligatorios y mayor diversificación de género y edad en la participación, parecen estar cayendo en oídos sordos.

La política no puede ser el reino exclusivo de una élite envejecida. Los jóvenes merecen más que retórica y discursos vacíos. Para reavivar la llama de la democracia y cerrar la brecha generacional en las urnas, se requiere una acción directa y audaz.

La educación cívica debe ser la brújula que guíe a los jóvenes a través del laberinto político. Las organizaciones políticas juveniles deben ser incubadoras de ideas, autónomas y enérgicas. Los debates y las discusiones políticas no deben ser meros formalismos, sino las pulsaciones vitales de un sistema que busca reflejar a su sociedad en su diversidad.

La obligatoriedad de debates y la participación equitativa no son sugerencias, son imperativos. Los jóvenes no deben ser espectadores pasivos, sino actores activos. Programas de voluntariado político deben ser la plataforma que les permita sumergirse en la esencia del proceso, comprendiendo su complejidad y abrazando sus desafíos.

Las urnas no pueden ser tumbas silenciosas de las aspiraciones juveniles, sino púlpitos desde donde la democracia ecuatoriana reafirma su vitalidad. La política juvenil no es una opción decorativa, sino un ingrediente fundamental para una sociedad justa.

En un Ecuador que mira hacia un futuro incierto, negar a los jóvenes su voz en la toma de decisiones es una afrenta al tiempo y a la esperanza misma.