Colección de nostalgias

Por: Sandra Beatriz Ludeña

Concebir una idea para resignificar otras es la premisa de este artículo de opinión periodística; desde mi ecuatorianidad quiero al juntar de manera disparatada lo que yo más amo de esta tierra, su diversidad climática, su esperanza, el chanchito ahorrador, los ideales, el patriotismo que obedece hasta hoy el sueño de Simón Bolívar, así, todas estas ideas como una colección de nostalgias.

Hablar de clima explotando el lado irónico del propio temperamento ecuatoriano, que, por otra parte, apela al coraje, sin el cual nadie puede ostentar lo que significa vivir esperanzados y a la vez, hacer una sátira política en contra de los que hacen política, como una carrera a morir, e irse perdiendo por esa línea de cosas absurdas hasta encontrar las imágenes, que esta vez propongo, para vivir las ideas ya no como una redacción, sino como recreación poética.

Porque hablar de colección de nostalgias es contradecirle al mal tiempo su mala cara, sabiendo que nos gusta la prosa más que la poesía, es decir, historias buenas, y más sin son con final feliz, pero, en el contexto sociopolítico que vivimos, a casi nadie le gusta la historia de crisis climática, crisis política, crisis económica, sin espacio para pensar en días mejores.

Aunque los momentos sean oscuros, y lo menos que encontramos es claridad, puede ser que nuestro pasado lleno de tragedia, de desestabilización, de feriados monetarios, de golpes de Estado a la ecuatorianísima, y de emergencias, pandemias, inseguridad, que va escribiendo una historia en penumbras, tengan la posibilidad de encontrar luz de ideas, que no son otra cosa que el resultado de la búsqueda incansable de revivir aquello que nos deja nostalgia.

Aunque esto sea una hipótesis poco común, es decir, creo que los sueños no son otra cosa que una colección de nostalgias vistas con otros ojos.  Por esto, para no perder hasta la esperanza, es necesario que busquemos formas de creer.

No intento hablar de una herida abierta, ni de lastimar más hurgando en los aspectos adoloridos, pero, debemos aprender a mirar nuevamente con optimismo, a tener una postura que se niegue a seguir este destino doloroso, y que el dedo en la llaga no duela, sino que acaricie, para ello propongo abandonar esa metodología de “hasta que duela”, y reemplazarlo por “hasta que los veas realizado”, quizá acá hace falta soñar más, reír más, creer más, para desembocar en ese nuevo país que tiene una visión más fecunda de vivir con decencia.

No se trata del uso de eufemismos, pero la falta de participación social y política es la que nos ha llevado a este límite, creo que se debe construir un Estado más incluyente, más amigable, más democrático, dispuesto a hacer una buena cara a lo que venga.