¿Qué pretendemos dejar?

Ruy Fernando Hidalgo M.

Este drama colectivo por el que estamos pasando, nos ha puesto directamente o indirectamente, frente a frente con algo que ya sabíamos, pero pocos lo tenemos en cuenta.

Me refiero a la fugacidad de la vida, la pandemia a algunos nos ha permitido replantearnos el legado tangible o intangible que estamos dejando o pretendemos dejar en nuestro entorno, por muy simple o grande que sea. Lo material es efímero y el tiempo lo tritura, lo desvanece, lo esfuma inexorablemente, pero también es cierto en ocasiones nos facilita expresar nuestros afectos y esos detalles muchas veces perduran por años, como le ocurrió a una chica de la que leí su historia hace poco. Ella relata que, a los 12 años, se encontraba en la puerta de su casa esperando a su abuelo que retornaba de un viaje muy largo por el viejo continente, al verlo llegar, se lanzó a sus brazos, mientras el señor de su bolsillo sacó una pequeña caja que estaba decorada con unos hilos muy finos. Mira lo que te traje, para que lo uses ahora frente a mí y luego en tu fiesta de 15, al abrirlo, descubrió un hermoso collar de perlas. Ella le dijo que mejor lo guardaba porque aún faltaban tres años para sus 15, él insistió quiero ver cómo te luce, porque talvez no pueda estar en tu fiesta, a regañadientes se lo puso. Un mes más tarde su abuelo moría, víctima de un cáncer fulminante. Ella no solo usó el collar en sus 15, también lo hizo en su matrimonio, y lo hace en cada situación especial que tiene, según dice le transmite una energía muy fuerte y tierna.

Escribo estas líneas para quienes tengan la paciencia y bondad de leerlas, mientras afuera en el patio de mi casa hay un sol muy lindo, y mis dos sobrinos en la cocina preparan un plato especial, como intentamos hacerlo cada domingo que seguimos juntos, pienso disfrutar con mi hermano y ellos, de este momento, además de fondo tenemos música en ritmo de salsa, es un instante hermoso que se quedará al menos en mi memoria por largo tiempo.

Traigo a colación todo esto, para confirmar que los momentos hermosos que se perennizan en nuestro recuerdo parten de la sencillez. Recuerdo a mis padres, ambos dejaron en sus nietos una marca de ternura que difícilmente se apartará de ellos, mi sobrina tiene viva la imagen de su abuelo saltando con ella niña por plena calle, mientras la llevaba a sus clases de danza, y luego la espera paciente y amorosa hasta que salga para traerla a casa. Mi sobrino en cambio de entre muchas cosas que evoca de mi madre, destaca su sazón incomparable para su gusto. He ahí, un ejemplo claro de cómo desde la simplicidad de actos, aparentemente sin importancia, podemos instalarnos involuntariamente en los afectos de los demás, movidos por esa magia que se resiste a morir, pese a la complejidad de los tiempos, el amor.

En la vida, absolutamente todos estamos expuestos a herir y ser heridos, pero también podemos reír y hacer reír, provocar y sufrir desilusiones, pero también somos capaces de ilusionarnos y alimentar ilusiones ajenas. Lo que vamos, o queremos dejar, hay que trabajarlo inmediatamente, pues no sabemos con exactitud, el día o la hora de nuestra partida. Por eso empiece ya, teniendo presente que lo hagamos hoy, es lo que quedará en la memoria de los seres que amamos y nos importan. Entendiendo que hay soltar cosas que duelen y pesan, para continuar más ligeros el resto del camino, y vuelvo a la pregunta ¿Qué pretendemos dejar? De la respuesta dependerá, el tramo que resta por andar. La muerte es el reflejo de lo trabajado y legado a los que vienen detrás. O como decía Benedetti: “Después de todo, la muerte solo es un síntoma de que hubo vida”.