La influencia televisiva y de internet en la formación de los niños

Santiago Armijos Valdivieso

Cuando aún no había el internet y frisaba mis años de niñez al final de los años setenta, la ciudad de Loja contaba solamente con un canal de televisión: Telecentro (canal 10), cuya programación la sabíamos de memoria, especialmente la de la tarde, en la que muchos niños veíamos hipnotizados el programa del Tío Jhonny, un carismático personaje que vestía de sombrero y chaleco a rayas, quien dirigía un programa infantil en el que se alternaba la proyección de caricaturas, la divulgación de sanos consejos de salud y el desarrollo de entretenidos concursos infantiles como: “El Rey de la Cascarita”, cuyo objetivo era premiar al niño que lograba dar el mayor número de puntapiés a una pelota de caucho bicolor sin que se le escape al piso, promocionada por Almacenes La Raspa; o, “La Señora Gallina”, que consistía en encontrar un huevo de plástico con gancho, escondido en el escenario televisivo, guiándose para ello por una pegajosa canción cuyo ritmo se aceleraba o ralentizaba conforme el niño o niña participante se acercaba o alejaba del cascarón buscado.

Pasaron algunos años, calculo que hasta mediados de los años ochenta, para que llegue a Loja la señal de Teleamazonas (canal 5), con la que se duplicó las alternativas de información y entretenimiento, tanto para niños como para adultos. Un sintonizado programa infantil de este canal fue Telejardín, en el que su protagonista, Alberto Cañas “Cañitas”, captó la inmensa atención de la chiquillada de todo el país.  

Desde aquellos años, los canales de televisión locales, nacionales e internacionales se han multiplicado a tal extremo (por antena, por cable y por internet) que hoy resulta materialmente imposible revisar la programación de todos.

A estos canales, y como resultado de la explosión del internet, se han sumado cientos de miles de videos, películas, series, programas educativos, noticieros, y documentales que ofrecen sitios y redes sociales como Youtube, Facebook, Instagram, Twitter, Netflix, HBO GO, Prime Video, etc. Todos con un poderoso radio de influencia que alcanza a casi toda la población.

Pongo en el tapete del análisis social el tema, porque según se proyectan los meses venideros como consecuencia de la pandemia, muchos infantes cursarán estudios escolares desde sus casas, a través de medios telemáticos, y con ello, sus intelectos en formación  estarán más expuestos tanto a los aciertos como a las aberraciones de la televisión global y del internet. Ello, no es poca cosa ni tema para dejar de considerarlo con total seriedad.

De ahí surge la urgente necesidad de que los progenitores o quienes tengan la responsabilidad de los menores,  guíen adecuadamente a sus niños en la correcta utilización de la televisión y el internet.

No se trata de prohibirles el uso, pues, de hacerlo, se cometería el sinsentido de aislarlos de la actual tendencia imperante en la que un sinnúmero de canales de información domina la atención de la sociedad y entre esta,  la curiosidad de los menores.

Más bien, la idea es regular y aprovechar el tiempo de dedicación infantil a las pantallas de un televisor, de un computador o de un teléfono celular; mediante la identificación de las mejores opciones informativas, culturales, educativas y recreativas, de entre esa  especie de buffet gigantesco de información y entretenimiento que son los cientos de canales televisivos y medios telemáticos que existen.

Sin perjuicio de lo que hagan los profesores, el éxito o el fracaso de la educación de nuestros niños dependerá también de lo que ellos vean, escuchen y encuentren en los programas de la televisión global y en la red informática. A eso hemos llegado y, consecuentemente,  debemos asumir la inmensa responsabilidad que nos corresponde como progenitores.

No olvidemos que, a pesar del tiempo y del vertiginoso avance tecnológico, aún sigue vigente lo dicho por Confucio: “Si tu objetivo es progresar un año, siembra trigo, Si tu objetivo es progresar diez años, siembra árboles. Si tu objetivo es progresar cien años, educa a tus hijos”.