José Benigno Carrión M.
Durante este encierro obligatorio para defendernos de la pandemia del coronavirus, que nos tiene desconcertados, me puse a leer unos artículos de la revista Vistazo, indiscutiblemente una de las mejores que se edita en el país, encontré estas palabras: qué chucha, pronunciadas en cierta ocasión, por el actual candidato a la primera magistratura, Guillermo Lasso, cuando en algún momento de su vida que nadie está exento, se le subió la mostaza, porque es característica la ponderación y ecuanimidad que distingue a este personaje de nuestra política nacional.
Por cierto, que la expresión parece dura, aunque en el léxico cotidiano la escuchamos con la mayor frecuencia, que poco o nada nos llama la atención. Alguien decía a propósito de lo que comentamos, que no hay buenas ni malas palabras, sino sencillamente palabras… Pero tampoco podemos ignorar que hay palabras, unas más agresivas que otras. A propósito, es conveniente dar una salida, mejor un escape al desfogue de pasiones o sentimientos reprimidos acorde con el momento que atravesamos porque, en el hablar cotidiano, hay otras voces más punzantes… Es bueno recordar que los novelistas del Grupo de Guayaquil que es lo más brillante que cuenta el país, en el género de la novela y el ensayo, hicieron uso y tal vez generoso de la mala palabra y aquello en nada afectó sus calidades de ilustres y brillantes escritores de las letras nacionales… Bien podríamos decir que para esos momentos de rabia y coraje hay vocablos que no se puede evitar y que resultan cuasi imprescindibles. Como es lógico pensar, Guillermo Lasso, el señor de la delicadeza y cortesía proverbial, no estaba exento de esas circunstancias, que son tan corrientes y que a veces rebasan todo control. Lo importante, lo significativo, es que nos ha servido de tema para combatir el encierro de esta forzada y cuasi conventual reclusión que soportamos por más de medio año, víctima de este virus maléfico traído desde la China milenaria…