Saraguro mágico

Sandra Beatriz Ludeña

Hoy que todo es selva de cemento, como una exclamación de rebeldía, aún persisten lugares que conservan su encanto.  Hay un rinconcito lojano que es eso, un lugar mágico.

En sus calles cortas y sus sendas largas hay unos hombres que visten de luto por un líder que murió hace siglos, con pantaloncito corto, camisa blanca, sombrero de paño. Sus mujeres tienen una capa y una falda de paño color negra, la blusa igual es blanca. La capa está abrochada con un topo, que enlaza no sólo la prende de vestir, también el corazón de fémina con el cosmos. Y un sinnúmero de collares están en su pecho, dando testimonio del arte de sus manos.

En la pampa y en la loma, el verdor de la naturaleza los premia, por su lealtad con la madre tierra.  El sol y el viento conspiran para alegrar los días,  el murmullo del río canta canciones exóticas y los pájaros salen de sus escondites para bañarse con frescura, mientras gozan de la armonía que en estos sitios pervive.

El asno encantado carga la leña, mientras que el caballo  cumple con estirpe su misión de soberano, llevando al líder de la comuna. No existe abuso con los próximos, el humano en estos sitos es respetuoso de su entorno, reverente de las maravillas de la naturaleza, cordial con el vecino, dispuesto albergar al foráneo, cultivador de costumbres y tradiciones, que se expresan en el cotidiano vivir, en Saraguro.

Tanto en la plaza como en la casa de gobierno,  se conduce las cosas con disciplina.  Lo mismo que en lo alto de la loma como en la baja planicie, hay un escrúpulo para vivir los principios, con doble dimensión.  Así, quien infringe la ley, se somete a dos justicias, la  normal y la justicia indígena.  Quizá allí esté la clave.  El saraguro vive con valores y eso les otorga la dicha de vivir mejor.

Los chicos en la casa son disciplinados, su crianza es forjada en la sencillez. No robar, no abusar, no mentir, son cosas que se aprenden más allá de las aulas.  Después de la jornada de escuela, ayudan en las tareas de los mayores, no es raro verlos guiando al asno que trae la carga, o desgranando sonrientes mazorcas de maíz, y vainas de granos. 

El ama de casa prepara las dietas,  basadas en maíz, papá, quesillo, legumbres.  Se dedica también a la crianza de animales como gallinas criollas y cuyes.  También, siembra la tierra, organiza las ceremonias religiosas y teje con mullo.  El hombre hace cosas más complejas con la agricultura, la ganadería, con el liderazgo comunal y el desarrollo colectivo.  Construye casas rústicas y castillos de carrizo para las fiestas.  Toma guarapo y aguardiente, organiza la minga sin esfuerzo. 

Mientras a lo lejos hay humareda, alguien realiza la quema agrícola. Por el camino del inca, una hilera de rusos y franceses caminan aprehendiendo mágicamente.