El mundo abraza, con un enorme halo de esperanza y alegría, la noticia refrescante de que el Reino Unido aprobó la vacuna contra el coronavirus y desde la próxima semana (7 de diciembre de 2020) iniciará a inocularse en el primer grupo vulnerable de su población, seleccionado para el efecto: ancianos que viven en centros geriátricos, personal médico y personas mayores de 80 años. Para dar ejemplo de confianza y efectividad, el primer ministro británico, Boris Jhonson, recibirá la primera dosis de la vacuna en uno de sus brazos ante miles de jubilosos espectadores televisivos, quienes anhelan la inmunidad ante el Covid-19.
La vacuna ha sido creada por la empresa Pfizer-BioNTeach con un 95% de eficacia y es el resultado de arduos y rigurosos procesos científicos que han sido validados por las exigentes autoridades sanitarias del Reino Unido. Según lo difundido por la prensa mundial, la inmunización contra el terrible virus del Covid-19 demanda dos dosis por paciente, con un margen de tiempo entre ellas de 21 días.
La buena nueva llega en un momento terrorífico en que la pandemia ha infectado a 65’198.478 y ha matado a 1’505.977 en todo el mundo. En Ecuador han sido 194.876 los contagiados y 13.562 los fallecidos. Estos datos son tomados al 3 de diciembre de 2020, fecha en la que escribo este artículo.
Aunque el planeta se regocija con este fabuloso nuevo logro de la medicina que ratifica el extraordinario progreso de la civilización para enfrentar las grandes adversidades globales; queda rondando la incertidumbre en torno a la fecha de penetración de la vacuna en habitantes de los países más pobres y si el número de dosis a producirse será suficiente para inmunizar a toda la población del globo terráqueo. Según Javier Sanpedro Pleite; científico y periodista ibérico, quien escribe para el diario: El País de España; la realidad respecto a la aplicación de la vacuna en el año que viene sería la siguiente: “Las tres firmas más avanzadas hasta la fecha (Pfizer, Moderna y AstraZeneca) pueden fabricar juntas 5.300 millones de dosis de aquí a finales de 2021, suficientes para inmunizar a un tercio de la población mundial (hay que poner dos dosis por persona). Eso son buenas noticias para el mundo rico, pero no para los dos tercios restantes”. Lo afirmado por Sanpedro Pleite debe poner en alerta a la comunidad internacional porque si esto resulta literalmente cierto, los habitantes de los países más vulnerables recibirían la vacuna entre el 2022 y el 2024; lo cual, sería desastroso, y, me atrevería a decir que inmanejable e insoportable para cualquier país; peor aún, en el caso de aquellos que están marcados por el subdesarrollo y la carencia de recursos. Para superar aquello y a pesar de las oscuras mezquindades e intereses económicos que marcan gran parte del desfigurado rostro de nuestro mundo, dependemos de la solidaridad de la especie humana y de los acuerdos humanitarios que puedan lograr con los países y empresas fabricantes de las vacunas; los organismos internacionales como: la Organización de Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud, entre otros.
Hasta tanto, no podemos relajar las medidas de distanciamiento social adoptadas para enfrentar el flagelo. Así mismo, el Gobierno de Ecuador -actual y por elegirse-, con el apoyo de todos los sectores internos de la patria, debe buscar y agotar todos los acercamientos y acuerdos internacionales posibles para que la solución científica; alcanzada por Pfizer-BioNTeach, Moderna y AstraZeneca; llegue lo más pronto posible a los diecisiete millones y medio de ecuatorianos. No hay otro camino, eso debe ser la prioridad, el sagrado objetivo común y el reto excluyente y fundamental para el Ecuador, hasta que el virus sea doblegado y el mundo pueda girar, nuevamente.