Navidad es: redención, amor y humanismo

La navidad sintetiza la redención de la humanidad; es el preludio más elocuente del perdón, del amor y de la plenipotencia y la benignidad del Creador; su transcendental significado se traduce como el lenitivo a las penalidades, es el elixir de la vida y la panacea para mitigar el dolor como esencia sanadora, porque se realiza el acontecimiento más sublime del nacimiento del Hombre, Dios, redentor del pecado, del Rey de Reyes, soberano de soberanos, excelso y prodigioso, redentor de un futuro promisorio para la humanidad.

Este prodigioso acontecimiento en el más humilde de los pesebres, del ser más solemne de los tiempos y de lo inmensurable del Universo, marca con indisoluble certeza la sabiduría del Padre Eterno, todo poderoso, para descifrar el amor imperecedero que alberga lo entrañable de su excelsitud de padre protector eterno.

Por este cúmulo indisoluble de perfección divina, al enviar a la tierra, su Mensajero Salvador predilecto, para colmar de paz, de justicia y sanación, al dolor lacerante de la injusticia, la soberbia y del impúdico proceder humano.

Desgraciadamente, la humanidad envanecida, corrupta y soberbia, amante del boato y el placer, materializado, ajeno a la espiritualidad y los valores morales; al contrario, como una ironía de la vida, la envidia, la inconciencia y la ingratitud, sacrificaron, azotaron, laceraron y asesinaron en la forma más cruenta al Redentor, al Salvador de espíritus, almas y cuerpos.

Por esta encomiable verdad, la navidad entraña en nuestros espíritus y conciencias, la conmemoración y el recuerdo feliz del Redentor, que renunciando a su linaje divino y esencia sublime, inmoló su existencia por una humanidad envanecida proclive al desastre y al colapso final.

Como una esperanza entrañable, como un lenitivo vital y un propósito inquebrantable de perdón y fraternidad, anhelo fervientemente, que la Navidad, que el nacimiento prodigioso del Redentor, implique en el comportamiento de todos los seres humanos, una práctica permanente de obrar con justicia, con libertad, con equidad y humanismo, de elevar magistralmente los sentimientos más nobles, las actitudes de dignidad, honor y respeto, para solidificar con propiedad, tan elocuente acontecimiento sagrado universal.