Autoevaluarnos y proponernos

Las personas, el Estado y las organizaciones siempre se dan un espacio para autoevaluarse y proponerse, generalmente, ocurre dentro de un período de tiempo de planificación: un semestre, un año, 5 años, según lo hayan estipulado en sus planes y estrategias definidos al iniciar el período.

Se acerca el final del año 2020, sus puertas se cierran a las doce de la noche del 31 de diciembre. Coincidiremos la mayoría que este año fue muy especial, trastocó la historia de pueblos, naciones y del mundo; irrumpió el confort, la tranquilidad y la “normalidad” que las personas y los estados venían manteniendo; desechó planificaciones de viajes, de negocios y de ganancias y, finalmente nos aisló socialmente. El causante un virus con capacidad de infectarnos y matar a mucha gente, particularmente a los ancianos y vulnerables por sus enfermedades, para luego ser declarada pandemia universal.

Desde el mes de marzo, que nuestro país entró en la lógica del confinamiento riguroso, primero, luego, la toma de medidas de bioseguridad para el cuidado personal y comunitario y un aparente retorno a lo que denominaron “nueva normalidad, para finalmente, cerrar el año con toque de queda, restricción a todo tipo de festividades propias de las fechas finales del año y de movilidad.

Esta crisis de salud evidenció el crecimiento de la pobreza y pobreza extrema, desempleo y subempleo aumentaron, la corrupción desmedida, develó las bajas pasiones y ambiciones de los gobernantes y empresarios, que no tuvieron empacho en robar, hasta en las cajas y fundas plásticas para los muertos por la pandemia o de despedir a sus colaboradores sin ninguna indemnización legal. Desde mi visión, el origen está en un modelo de vida que privilegia el dinero sobre la vida, los recursos sobre los derechos, al cual debemos todos debemos arrimar el hombro para transformarlo.

Sin duda, los afectados de esta crisis y muy seriamente, son los niños, niñas, adolescentes y universitarios que debieron abandonar sus aulas de clase para crear su espacio virtual de aprendizaje en casa, que sin duda, abre perspectivas a un nuevo modelo pedagógico que realmente se centre en la persona, pero que al Estado, a la sociedad y a la familia los encontró desprevenidos, al no contar con la conectividad y recursos tecnológicos oportunos, ni con las bases pedagógicas y conocimientos de un aprendizaje colaborativo y control emocional en casa y con la familia. Los docentes, sin duda no escatimaron esfuerzos para con sus recursos seguir el proceso de acompañamiento a los estudiantes y abrirse un espacio de capacitación y actualización.

No todo, sin embargo, es negativo. Hemos visto la generosidad de personas e instituciones con los más necesitados a quienes proveyeron de alimentos, medicinas y ropa; de empresarios honestos que conservaron los espacios de trabajo de sus colaboradores; la familia tuvo espacio de encuentro y de recuperación de su espacio y derechos de padres sobre los hijos y las obligaciones de éstos en el hogar.

Al abrir el nuevo año 2021, debemos proponernos ser mejores y buenas personas, cuyo título no se agota y que seamos la expresión de la bondad, generosidad, paz, que fortalezcamos la lucha por la justicia, la paz y la integridad con la creación, que la familia vivencie sus valores y que seamos seres que respetamos, como nunca antes, el derecho del otro a tener salud y vida, por ello, urge hacer vida las normas de bioseguridad. Si somos creyentes que Dios guie nuestros pasos y los 365 días del año sean siempre nuevos.