Hoy voy a hablar de alegría

Escribo estas líneas para ustedes, cuando el 2021 ha empezado a rodar, el día que las lean ya será 5 pues el diario que publica mis artículos, lo hace los martes. He querido referirme a algo en lo que no había reparado hasta el reciente fin de año, se trata de una particularidad muy propia de nuestro pueblo la alegría.

Me ha sorprendido sobremanera, la capacidad de nuestra gente de alegrarse por cosas simples, y no tan simples. ¡Es increíble! La reacción de jolgorio que experimenta el ciudadano común y corriente del Ecuador, ante sucesos aparentemente insignificantes tales como el título 16 de Barcelona, la última semana del 2020 llama la atención poderosamente, que el fervor popular que despierta este club a nivel nacional, se manifieste en las calles, pese a las restricciones vigentes en el país, por el tema de bioseguridad y el distanciamiento social, se dieron modos para expresar su pasión por el equipo porteño.

Sorprende mucho que a pesar de los tiempos tan duros que vivimos, la gente arriesgando su propia seguridad, festeje con alegría intensa, todas las ocasiones propicias para hacerlo. Y no estoy criticando, al contrario, estoy admirado del poder de reinventarse de los ecuatorianos ante las adversidades.

Lo lamentable, es que algunos sectores de poder que toman las decisiones importantes en la nación, se aprovechan del estado de algarabía popular, para asestarle medidas que afectan de alguna forma a la gran masa proletaria, generando más inequidad y diferencias marcadas, entre los pocos, que lo tienen todo y la enorme mayoría que no tiene nada. Estos minúsculos grupos de elite criolla, mal usan los pocos instantes de alegría del pueblo, para desviar su atención de la cruda realidad en la que se debate. Mientras sigan sedados, por las fiestas de navidad, fin de año, o el triunfo de su equipo favorito, todo estará bien para los sectores hegemónicos de este país y del mundo.

Pero, ¿Qué hacer con la desbordante alegría de la ciudadanía? Pienso que se la debe canalizar adecuadamente, no es posible que obreros de distintas ramas, se gasten el salario de una semana, o de un mes, de un solo tajo, sabiendo que muchas veces, de él dependen el pan y la educación de sus hijos. Pero a las clases dominantes, les conviene tener sumidos en la ignorancia, a los sectores populares, para que sigan siendo presas fáciles de sus embustes, principalmente en temporada pre electoral, donde el baratillo de ofertas está a la orden del día, ofertas que después no se cumplen casi nunca.

Reitero, no estoy para nada en contra de la alegría, de mi atribulado pueblo, siempre que no sirva para distraernos y clavarnos el arpón de los impuestos impagables, de la salud pública en soletas, de una educación deficiente, de ex mandatarios diciendo vulgaridades en redes sociales sacando provecho del júbilo, por la victoria del ídolo en casa blanca, intentando hacer ver, que está junto al pueblo, cuando en los momentos más críticos de la pandemia, fue capaz de negociar con insumos médicos, que tanta falta hacían.

Bienvenida, la alegría conciliadora, que respeta diferencias, que no atenta contra la propiedad privada ni pública, que no pone en riesgo la integridad física de nadie, que hasta se pega un trago, pero con mesura y sin aspavientos. De esa alegría, les he querido hablar hoy. De la que convoca y no divide. ¡Salud por ella!