Vacuna contra la pobreza, tarea imperdonable del Estado

Pareciera que el tiempo transcurre inexorable, aunque a veces es ajeno a la racionalidad abstracta de mucha gente que quizá con propiedad haya anidado en la conciencia individual y colectiva ese viejo refrán, según el cual “algunos días se nos escapan en un abrir y cerrar de ojos”, mientras otros parecen que tardan tanto como la utopía de erradicar la corrupción.

El citado refrán de repente nos suscita imágenes del pasado y nos devuelve un poco del tiempo perdido y empeorado por las infames pandemias de la salud y la pobreza. Se ha anunciado que la vacuna para la primera llegara los próximos días. Mientras que la vacuna contra la pobreza sigue siendo una tarea imperdonable del Estado, cuya exigencia de cumplimiento nos involucra a todos, pero más, a los sectores empobrecidos y de las clases populares; el silencio implicaría ignorar la señal de alerta en el Ecuador de hoy, sometido al atraco del erario y al dominio del Estado capitalista neoliberal que agiganta la brecha entre ricos y pobres mientras privatiza los servicios básicos y empresas públicas, olvidándose de las normas constitucionales.

Atosigados por las circunstancias sanitarias y electorales, pocos han reparado que en el futuro de las inmediatas generaciones no se avizora nada bueno debido a los gobiernos que cada vez más y en mayor cantidad entregan los recursos naturales a las transnacionales; debido también a la especulación del capital financiero que se nos impone. Ante esto, se escuchan voces de la izquierda política y de los trabajadores que reclaman la necesidad de la unidad popular para juntar las fuerzas que garanticen la consecución de un nuevo gobierno y el bienestar de todos y cada uno.

Como se intitula el libro de Pablo Neruda, Confieso que he vivido, directamente las pseudas democracias de los últimos cincuenta años, y todas han estado abocadas a los mismos problemas económicos estructurales y a las crisis de institucionalidad política. En algunos tramos de esta vivencia, con la aprobación del imperio norteamericano –que a propósito hoy simulan pelearse el poder cuando en realidad son lo mismo– se instalaron dictaduras que agravaron más las condiciones de vida del pueblo ecuatoriano.

Es cierto que hemos tenido un año complejo, llenos de dificultades que determinaron nuevas relaciones y formas de trabajo y de convivencia, sin embargo, tenemos que estar conscientes que la crisis no se solucionará por obra divina, por eso de inmediato debemos emprender a erradicar los males parasitarios heredados de la burguesía.