Son numerosas las fuentes de financiamiento, directo e indirecto, de las campañas electorales, en las que hay desigualdades abismales. En 2017 uno de los partidos en pugna gastó unos cien millones de dólares, (tenía gigantografías cada media cuadra, las carreteras llenas de murales), mientras otros movimientos no llegaron ni al millón de dólares. El financiamiento es internacional, nacional y local.
El financiamiento internacional, presente siempre, proviene del gobierno de Estados Unidos, de fundaciones europeas, de organizaciones latinoamericanas y de transnacionales.
Los aportes de Estados Unidos, sin dejar rastro llegan en parte directamente al candidato neoliberal, otra parte a las fundaciones que realizan actividades que sirven de sostén a la política internacional de los norteamericanos, otra parte a los medios de comunicación que difunden los mensajes a favor del neoliberalismo y combaten hasta con las más ignominiosas calumnias a los socialistas y otra parte a los periodistas que hacen propaganda a los candidatos de extrema derecha y difaman a los progresistas.
Las fundaciones europeas hacen sus remesas a fundaciones ecuatorianas, las que tienen un numeroso personal a sueldo, que ejerce liderato en organizaciones populares, en las que realizan trabajo ideológico neoliberal, a veces disfrazado de ecologista, con el que además participan en los eventos electorales. Las fundaciones ecuatorianas eran abanderadas del socialismo hasta que llegó Rafael Correa, porque entonces recibieron la orden de sus financistas de hacerle oposición y en 2018 de apoyar frontalmente el 7 veces sí.
Las transnacionales aportan para conseguir la reelección de los gobernantes con los que tienen contratos comerciales, o para derrotar a los gobiernos que han preferido a la competencia. Las petroleras son las que más dinero ponen y actualmente las empresas privadas internacionales que quieren llevarse nuestras empresas públicas.
El financiamiento nacional proviene de todas las empresas privadas más grandes (Banco del Progreso le dio 3 millones 400 mil dólares a Mahuad), que necesitan que ganen los candidatos de derecha; de muchos empresarios medianos; de las empresas que tienen contratos con el Estado; de los aportes de los candidatos a los más altos cargos de la función pública (es el momento de comprar ministerios, entre otros cargos) y en menos proporción, de los militantes.
Esa es nuestra “democracia”, en la que los billetes de los extranjeros han sido los electores más fuertes; esa es la realidad que le toca al pueblo cambiar, la que los latinoamericanos hemos comenzado a cambiar, como acaba de suceder en Bolivia, donde no sirvieron de nada los dólares estadounidenses ni la intervención de la Embajada yanqui.