José Bolívar Castillo
Por lo visto, estos últimos tiempos, tanto en el Ecuador, en Loja como en la patria grande, nos hace falta entender y aceptar: qué es y para qué es el Estado, es decir lo político, lo público, lo que corresponde a la “polis” como tal, que jamás puede ser usado en beneficio particular o en favor del interés de parcialidades ya sean grupos de presión económico especulativo como suele ser tan frecuente o también de gremios o de partidos o movimientos políticos o peor aún de sus facciones que pugnan por generar clientelas electorales. Ni la filantropía con fondos públicos, ni convertirlo al Estado en instrumento dócil al servicio de los grupos más influyentes, conducen a nada positivo, peor al desarrollo o la democracia.
Nuestro país en circunstancias de absoluto caos económico generado por el uso del Estado al servicio del capital especulativo bancario, tuvo que adoptar como tabla de salvación al dólar de USA como su moneda. Por tanto nos deshicimos de la imprenta de billetes con la que tramposamente se emitía moneda de manera irresponsable, desatando una inflación galopante que contribuía a la pauperización del pueblo, mientras las grandes empresas especulativo bancarias sacaban los dólares acumulados a los paraísos fiscales. La dolarización les quitó esta arma letal.
Sin embargo, necesitan, como el aire que respiran, contar con gobiernos sumisos y arribistas que no cometan la imprudencia o la insolencia de tratar de defender el interés colectivo de la Nación o el Bien Común General por arriba de los grupos de presión económica y sus objetivos. La otra cara de la medalla, igualmente engañosa y letal, es el populismo en todas sus formas y versiones que cree que el Estado sus recursos y sus facultades regulatorias pueden convertirse en instrumento de partido o movimiento político, para convocarlo al pueblo a una feria de derechos, prebendas y garantías. Que indefectiblemente llevan al caos, la informalidad, la anarquía y por tanto a la resaca de la derecha.
La Revolución Juliana (1925) que la presidió y orientó nuestro paisano el Dr. Isidro Ayora Cueva, se hizo precisamente en la línea de equiparlo e institucionalizarlo al Estado generando los instrumentos públicos indispensables para evitar que los grupos económicos privados sigan adoptando e imponiendo decisiones al calor de sus intereses oligárquicos y en claro perjuicio del pueblo y la nación considerada en su conjunto. No hay que olvidar que hasta la moneda la emitía el Banco Comercial y Agrícola propiedad de un hijo del General Urbina que se llamaba Dn. Francisco Urbina Jado.
Hemos sido quizá muy insistentes en afirmar que así como los grupos económicos y sus negocios, los partidos y movimientos políticos no pertenecen al Estado sino a la sociedad y por tanto no deben atravesar el umbral del Estado, simplemente canalizan opinión pública hacia la toma democrática de decisiones electorales o plebiscitarias. Los ciudadanos que reciben el mandato de gobernar la cosa pública, es decir, asumen funciones de Estado, no pueden utilizarlo ni permitir que se lo utilice como instrumento de partido, de movimiento , de gremio o de grupo empresarial o bancario. Ahí está la clave de la democracia y el desarrollo: lo público lo que corresponde a la polis es exclusivamente público.