Vivir en este mundo haciendo el bien, como Jesús de Nazaret, es un tiempo especial, único y maravilloso. Nuestra vida, todos lo sabemos, está lleno de momentos que no se vuelven a repetir, como los de Dios. Hay vivencias alegres, tristes, espacios para reír o llorar, para reflexionar y guardar lo que somos en el lugar más seguro, nuestro corazón.
La gratitud, según Cicerón es no es solo la más grande de las virtudes, sino la madre de todas las demás. Desde la visión judía, la gratitud es una parte esencial del acto de culto y forma parte de todos los aspectos de la vida del creyente. De acuerdo con esta perspectiva, todas las cosas vienen de Dios y por esta razón, la gratitud es muy importante para quienes profesan esta religión. En la Tanak, la Biblia judía, nos encontramos con muchos textos que nos derivan hacia el corazón de ella. Hacernos referencia a las plegarias en las que el creyente abre su corazón. El Shemá, un imperativo que invita a escuchar con toda la inteligencia emocional posible, dice: “Amarás al Eterno, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6, 5). El Corán, libro de fe del Islam, está lleno de reflexiones sobre la gratitud. Alienta a sus seguidores a ser agradecidos y dar gracias a Dios en todas las circunstancias. Su enseñanza insiste en la idea de que aquellos que sean agradecidos serán recompensados con grandes placeres. Los creyentes oran a Alá cinco veces al día con el fin de darle las gracias por su bondad. El ayuno durante el mes de Ramadán se hace con el propósito de colocar al creyente en un estado de gratitud.
En la religión cristiana la gratitud da forma a la vida. Martin Lutero habla de la gratitud como la “actitud básica cristiana” y hoy se la menciona como “el corazón del evangelio.” La gratitud en el cristianismo es un reconocimiento de la generosidad de Dios que inspira a los cristianos a dar forma a sus propios pensamientos y acciones en torno a tales ideales. La gratitud cristiana se ve como una virtud que da forma a acciones y hechos. El amor y la gratitud hacia Dios están entre los signos de la verdadera religión. Las intenciones religiosas maduras provienen de los sentimientos de profunda gratitud. El “sentimiento” de gratitud es una de las maneras más precisas de encontrar la presencia de Dios en la vida de una persona. La gratitud como principio es un valor que ilumina nuestras relaciones humanas. El Papa Francisco sostiene que la gratitud es un rasgo característico del corazón visitado por el Espíritu Santo; para obedecer a Dios, primero debemos recordar sus beneficios.
La gratitud es la virtud que nos lleva a tomar conciencia de los dones que recibimos, a valorar la generosidad del que nos los da y a mover nuestra voluntad para corresponder a estos dones y ponerlos al servicio de los demás. El principio de la gratitud no tiene que ahogarse. En cada acción solidaria encontramos el rostro de Dios.