La vida es efímera y nadie la tiene comprada. Hoy podemos estar, mañana quizá no.
Podemos hacer planes para el futuro confiando en nuestros talentos y capacidades, pero muchas veces solo quedan en eso: en planes. En otras ocasiones, cuando la derrota parecía inminente, contra todo pronóstico, se logra la remontada. Podemos pedir un milagro, pero éste no necesariamente viene directamente y de la forma que deseamos.
El apóstol Santiago exhortaba a los primeros cristianos diciéndoles: “Escuchen esto, ustedes que dicen: Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero. ¡Y eso que ni siquiera saben qué sucederá mañana! ¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece. Más bien, debieran decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”.
Santiago era consciente de que nuestra vida y todo lo que podamos hacer en ella, dependerá de lo que el Señor quiera, del propósito que Él tenga para nosotros. Para que lleguemos a ese propósito, el Señor ha trazado un plan para cada uno de nosotros en el que se contempla cada detalle, los medios y la manera en la que lo alcanzaremos. “Yo sé los planes que tengo para ustedes, declara el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza”
Nuestra vida es como la niebla, hoy está y mañana se desvanece, podemos saber muchas cosas y hacer infinidad de planes, pero qué nos sucederá mañana sólo lo sabe el Creador. Y esta es una buena notica, pues nuestro presente y futuro está en las mejores manos. El Señor es santo, recto, bueno e infinitamente sabio. Al ser santo el Señor siempre hace lo correcto, no puede negarse a si mismo, no puede actuar de manera contraria a su esencia. Su santidad se desborda de bondad y al ser infinitamente sabio, es un Padre justo, por lo que, en su bondad, justicia y rectitud, determina a quién se le concede misericordia.
Los que aman y obedecen a Dios están destinados a recibir la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. “Jesús murió por nosotros para que, en la vida o en la muerte, vivamos junto con Él”. “El Señor no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?”
Saber que el Señor está en control nos da descanso. “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas” dice el proverbio. Confiemos, Él siempre está en control.