El ser humano necesita saber, necesita conocer para poder orientarse en el mundo, en su mundo, y en el mundo de los demás con quienes se relaciona. Esta relación desde el conocimiento se facilita, como es sabido, desde el lenguaje, que es el medio más idóneo para conocer el mundo y apropiarse de él, bien desde la observación, desde la oralidad, desde la escucha, desde la lectura y/o desde la escritura que todo ciudadano debidamente alfabetizado puede ejercer para que la comunicación sea más fluida, más vivida y acorde a los efectos de la inteligencia lingüística y emocional que debidamente asumidas engendran un nuevo patrón de conducta: la inteligencia interpersonal y espiritual, tan descuidadas hoy en día, quizá por el consumo desmedido de bienes materiales que le producen un relajamiento displicente, como el de los bienes tecnológicos que si no les damos el debido uso, no le permiten al ciudadano llegar a pensar por sí mismo y desde la raíz de su entelequia y desde su corazón que, metafóricamente, es el que llega a sensibilizarnos para valorar la vida en toda su magnitud.
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