Es muy agradable hablar de la familia. También puede ser muy subjetiva la reflexión en torno a sus implicaciones filosófico-teológicas, geopolíticas y estructurales. Sin embargo, hay un hecho que supera todas las consideraciones sobre ella.
La familia es la base sobre la cual nace, crece, gira la sociedad. Cada uno de nosotros pertenecemos a una familia, con sus diversos matices: apellido, color, cultura, idiosincrasia. Cada núcleo familiar es diferente, irrepetible, único. Su riqueza es innegable, así como su influjo y presencia. En una adecuada inmersión en el mar de familia, me permito compartir la vivencia de la magia que sentimos y vemos, desde la realidad bíblica. En sus primeras páginas, en el libro del Génesis, encontramos el origen, con frecuencia poco entendido, de la familia. Dos relatos de la creación que hablan y reflexionan en torno al ser y obrar del hombre. De la acción divina. Del espíritu que Dios infunde en el ser humano. Una primera narración escrita en un plural mayestático, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza…”, con una confirmación de una obra perfeccionada. La obra más completa de la creación, el hombre. Un mandato, una misión, un edén idílico. Una pureza en las relaciones y en el devenir en el paraíso. “Dijo Dios…”. “Vio Dios que estaba bien”. En el último día de la semana, el Creador hizo lo más complejo. Lo más grande e importante. Adán, el hombre, Eva, la mujer. Nacen de la palabra que engendra vida. Una segunda narración, más vinculada al sentimiento y a la tierra. Adán, según el relato, nace del polvo. “Vio Dios que el hombre se encontraba solo…”. Esta visión teocéntrica da lugar a la creación de la mujer. Del costado del hombre surge ella, para convertirse en su aliada y compañera eterna. Un lenguaje antropomórfico permite analizar el diálogo entre Dios y el hombre, el Cielo y el Mundo. Así, tal cual. Esta visión, mezcla de un lenguaje mítico, historia, realidad, verdad y conflicto, de interpretación y hermenéutica, llega a hasta nosotros con un sentido de identidad y pertenencia. En adelante, la actividad de los primeros padres, bíblicamente hablando, es autónoma y responsable, en sus consecuencias, discernimiento, obediencia y pecado. Nacerán Abel y Caín, con su genética, sus afanes y sus luchas. Un comienzo narrado en una perspectiva catequética y profética que va a proyectarse en otros relatos: desde Abraham hasta el Apocalipsis. En cada familia, cuya gesta es narrada en la Palabra, encontramos paralelismos. En el hoy de nuestra historia, las imágenes revelan con claridad la identidad familiar. La alianza matrimonial, que se convierte en sacramento, camino de fe y vida, es bendecida por Dios. Esta unión no está exenta de alegrías, caídas, fracasos, triunfos y victorias. La familia subsiste en medio de muchas realidades. Sobrevive en toda sociedad. Tiene que asumir el color y el peso de la bandera de los gobiernos, con su singular ideología. Suma en su seno la compañía de un Dios que crea las cosas con amor.