Hacia una pedagogía de un pensamiento creativo, reflexivo y crítico

Galo Guerrero-Jiménez

La lectura de un texto literario o de cualquier otra índole temática que nuestros estudiantes emprenden a diario en el sistema de la escolaridad y en los estudios superiores de tercero y cuarto nivel, no deben ser un tormento, a tal punto que les cauce estrés e inquietudes emocionalmente negativas, por lo cual no logran extraer lo que ese texto significa en su  honda realidad y con la pleitesía con la que fue escrito desde el mundo de la experiencia, del estudio, de la investigación y desde la más viva reflexión con las que el escritor plasma sus ideas.

Por supuesto, los métodos con los que el maestro trabaja en clase a la hora del análisis de un tema luego de la correspondiente lectura que de él se hace, a veces no son los más adecuados porque no están pensados para que el estudiante intervenga con su análisis personal, con su criterio desde la realidad con la cual el alumno vive a diario, de manera que esa porción de realidad textual le sea significativa, agradable, digerible y no exigente solo para ser evaluado bajo los parámetros de la normativa institucional que obliga al alumnado a que se convierta en un activista de tareas que son elaboradas sin ningún condimento de apreciación axiológica; pues, solo se trata de cumplir por cumplir, es decir, sin ninguna satisfacción en donde el estudiante exprese sus criterios a la luz de su propia experiencia y de conformidad de los contextos socio-culturales-antropológicos en las cuales está inmerso.

Al respecto, Louise Rosenblatt, señala que “es necesario que el joven tenga la oportunidad y el valor de enfocar personalmente la literatura [o cualquier otra disciplina], de permitir que ella signifique algo para él directamente. La situación del salón de clase y la relación con el maestro deberían crearle un sentimiento de seguridad. Habría que hacerle sentir que su propia respuesta a los libros, aunque pueda no parecerse a los comentarios críticos típicos, es digna de expresarse. Esa atmósfera liberadora hará que tenga una reacción espontánea, abierta y honesta” (2009); por supuesto si el docente hábilmente y con la mejor sabiduría de su experiencia profesional, le permite para que el alumno pueda responder con la más viva espontaneidad de su talento creativo.

Si las diversas asignaturas que el niño y el joven asumen en la escolaridad no logran significar nada, pues el aburrimiento, la apatía, la indiferencia estarán presentes en cada momento de su vida estudiantil. César Bona, desde su experiencia de maestro rural es un vivo ejemplo de pedagogo contemporáneo. Él señala que “los maestros podemos abrir puertas y ventanas para que los [alumnos] se conviertan en personas plenas, porque está en nuestras manos el empujarles hacia adelante para que ellos mismos construyan su presente y su futuro. (…) Que sepan cómo expresar una emoción o un pensamiento, que conozcan cómo defender un argumento o aceptar las equivocaciones. (…) Subestimamos a los niños constantemente. Llevan   a cabo cosas increíbles si se las proponemos. (…) Facilitarles la vida y no a convertirse en meros objetivos de evaluación. (…) Nuestra visión de la educación, de los niños y del mundo en general, suele ser excesivamente didáctica. (…) En las escuelas nos empeñamos en enseñarles en lugar de invitarles a aprender” (2017).

Pues, este excesivo didactismo y el empeño del maestro por enseñarles en vez de invitarlos a aprender, como dice Bona, son, entre otros problemas, como la falta de formación científica y humanística, las que están deteriorando cada día más a la educación; deterioro que se manifiesta luego en todas las esferas sociales, ante todo porque al alumno no le hemos brindado un espacio para que sea creativo, altamente pensante, reflexivo y crítico para que sepa plantear alternativas ante los problemas de la vida, que sí las tiene cuando se le permite que se exprese con la más viva emocionalidad y espontaneidad que le son inherentes a todo niño y joven cuando la empatía y el testimonio han logrado una adecuada conexión entre alumno y maestro.