Promesas cumplidas

Fernando Oñate

Todos tenemos influencia sobre las personas. Las expectativas y creencias que tiene una persona influyen directamente en la conducta, el rendimiento y en los resultados que alcanza otra, bien sea de manera positiva, produciendo un alto rendimiento, o por el contrario afectando de manera negativa sobre esta. Este fenómeno se conoce como efecto Pigmalión.

El efecto Pigmalión ha sido evaluado en el sistema educativo demostrándose que cuando los profesores tenían altas expectativas de sus alumnos, estos se desempeñaban de mejor manera pues se sentían motivados por la imagen que de ellos tenía el profesor y este solo hecho afectó positivamente su rendimiento académico. Algo similar ocurre cuando un trabajador recibe la aprobación constante de su jefe, este reconocimiento sube su autoestima y es muy probable que el empleado muestre un alto desempeño. Este efecto se repite en ámbitos como el deporte, la familia, etc.

Por otro lado, el efecto Pigmalión también puede producir un resultado negativo cuando una persona siente que su entorno no cree en sus capacidades o habilidades, entonces, se formarán en él creencias limitantes que afectarán su autoestima y reducirán su capacidad de alcanzar lo deseado.  Por eso es necesario que lo que expresemos transmita un mensaje positivo, de edificación, especialmente hacia nuestros hijos.

Algunas referencias consideran que en la Biblia se incluyen 3573 promesas hechas por Dios a su pueblo y todas se cumplen pues “Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta” (Números 23). “Porque Él sabe muy bien los planes que tiene para nosotros, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darnos un futuro y una esperanza” (Números 29).

En momentos de angustia que reconfortante es saber que el Señor te dice, “No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa” (Isaías 41), Podríamos estar cansados de los embates de la vida, pero si confiamos en el Señor, “Él renovará nuestras fuerzas; volaremos como las águilas: correremos y no nos fatigaremos, caminaremos y no nos cansaremos” (Isaías 40), nos llenará de esa “paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4) y, “después de que hayamos sido probados por poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que nos llamó a su gloria eterna en Cristo, nos restaurará y nos hará fuertes, firmes y estables” (1 Pedro 5).

Si la sola aprobación de padres, maestros o directivos incrementa el rendimiento de las personas, cuanto más fortalecidos, motivados y exitosos somos al conocer las promesas que cumple nuestro Padre Celestial, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” decía el Apóstol Pablo, Él al igual que nosotros, estaba seguro que  “Dios es fiel, cumple su pacto generación tras generación, y muestra su fiel amor a quienes lo aman y obedecen sus mandamientos” (Deuteronomio 7).