Putin en guerra contra la libertad

Santiago Armijos Valdivieso

Aunque la especie humana no logra vencer completamente a la pandemia de COVID-19; Vladimir Putin, dueño y señor de Rusia desde el año 2000 y hasta incierta fecha; decidió invadir Ucrania bajo el ridículo pretexto de que el inmenso país del cual se siente su propietario está seriamente amenazado por su vecino, supuestamente convertido en un nido nazi apoyado por la OTAN para atentar contra el territorio ruso. ¡¡Nada más falso que eso!! pues, los verdaderos e impresentables motivos ‘putinescos’ para emprender la carnicería no son otros que satisfacer su hambre de poder hasta convertirse en el nuevo zar y propietario absoluto de lo que debe ser o pensar el gran pueblo ruso y todos los pueblos que lo rodean.

No es la primera vez que Putin desnuda la sombra monstruosa que lo envuelve: así lo han revelado noticias de la prensa libre. Claro ejemplo de aquello es el caso de Alexsander Lutvinenko, exagente de la KGB, quien, luego de denunciar actos de corrupción en el Kremlin y exiliarse en Londres, fue asesinado con material radioactivo llamado polonio, ante lo cual, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, señaló como responsable al gobierno ruso. En definitiva, Putin, el presidente ruso con mayor tiempo en el poder (22 años), ha demostrado que no tiene límites para agigantarlo y para ello demuestra, una vez más, que está dispuesto a atropellar a quien se le ponga en frente: solo que esta vez, con la masiva invasión a Ucrania, ha puesto al mundo en el borde de una tercera guerra mundial con irreversibles consecuencias. Está claro que el mundo libre, integrado por las democracias menos defectuosas del planeta: Francia, Reino Unido, EE.UU., Alemania, Italia o Canadá, podrían responderle militarmente con total contundencia y de seguro ganar el enfrentamiento, pero ventajosamente no lo han hecho porque esto tendría un costo terrible de vidas humanas, incluidas las del pueblo ruso que, en un gran número, tampoco está de acuerdo con la brutalidad ‘putinesca’. Paralelamente a ello, llama la atención que unas pocas y destempladas voces traten de justificar los despiadados e injustificados zarpazos del patrón del Kremlin con los ciegos y fanáticos argumentos de que todo es en legítima defensa de los embates de la OTAN y de que Rusia no puede quedarse cruzada de brazos ante el avance imperial de occidente.  Es más, ciertos personajes, dizque identificados con la izquierda política y con los intereses de los sectores más desposeídos, ubican a Putin como uno de sus más valiosos representantes, cuando lo real es que está en la cúspide de los más grandes derechistas carnívoros del planeta cuyo poder se asienta en la oscura oligarquía rusa que apuntala y protege su interminable mandato. Por otro lado, el odio visceral a la OTAN, por ventura de unos pocos, se afana en minimizar la invasión rusa y el dolor de los ucranianos, mezclándolos, comparándolos y confundiéndolos con otros conflictos, cuyas particularidades y problemas son absolutamente distintos: por ejemplo el caso de Siria en el que la libertad trata de enfrentar al terrible dictador Bashar al-Ásad, aferrado al poder desde el año 2000, tras suceder a su padre, Háfez al-Ásad, quien, a su vez, presidió el país durante 29 años hasta su muerte, es decir entre ambos 51 años inamovibles en el poder. ¿Será el impresentable caso sirio igual al de Ucrania en el que el valiente presidente Volodímir Zelenski defiende la libertad y soberanía de su pueblo? Por ningún lado.

Qué difícil entender a un mundo en el que el ego y la ambición de quienes se creen dueños de los pueblos y de las naciones no entran en los confines del planeta.

Siendo incierto el desenlace del conflicto causado por Putin contra Ucrania, considero que el dictador ruso ha decepcionado a la humanidad, salvo las voces de unos pocos enemigos de la democracia y la libertad que lo siguen apoyando y justificando.